El hacha que tumba el árbol con frutos

El hacha que tumba el árbol con frutos

FABIO R. HERRERA-MINIÑO
A través de la historia, la conducta de los humanos es veleidosa en sus procederes. Son muchos los ejemplos de cómo a quienes ayudan a los países y a sus comunidades acaban muchas veces sacrificados por quienes no aceptan las entregas y sacrificios de quienes se han develado por el bien común.

La Biblia, en su libro del Génesis y su historia de Moisés, señala de cómo después de la salida de Egipto, mientras los judíos eran llevados hacia la tierra prometida, se rebelaron en contra de su líder y se paganizaron haciendo estatuas de metal y adorando otros dioses, mientras la ira de Dios crecía y era difícil aplacar a ese pueblo de dura cerviz. Sólo la intervención de Moisés ante Dios impidió que el pueblo elegido, después de haber salido de la esclavitud, fuera eliminado como ocurrió con Sodoma y Gomorra.

La historia está llena de esos ejemplos que abundan en todos los países de cómo sus grandes protagonistas terminan calumniados y condenados al ostracismo. En el país vemos de cómo la ingratitud de nuestros antepasados del siglo XIX repudiaron a Juan Pablo Duarte, que lo llevó a desencantarse de todo lo que había hecho a favor de su pueblo y terminó sumergido en las selvas venezolanas, para luego regresar brevemente durante las luchas de la Restauración, para ser humillado por quienes quería ayudar. Con una acción, lo desterraron por siempre en ese país sudamericano, al envolver en un nombramiento diplomático su expulsión del país.

En los tiempos modernos, las pasiones y las ambiciones de personajes y grupos, ha llevado a muchos prohombres a verse calumniados y desacreditados, cuando la maledicencia de unos por suplantar a otros, triunfa por encima del bien común. La entrega por el bienestar de su país no se toma en consideración, entonces se prefiere al corrupto, al incapaz y a los devoradores de los recursos públicos a que sirvan de ejemplo y guía de una sociedad con valores morales y éticos increíblemente desvirtuados y formando una sociedad donde la máxima aspiración es hacerse rico y vivir bien, no importando los medios para lograrlo. Se rechaza a quienes se preocupan por el desarrollo. De ahí que la actividad política es un medio para corromperse y no para servir al pueblo, y si alguno trata de servir, por lo general, acaba sumergido en el fango de la calumnia.

La historia financiera reciente del país registra el accionar de un técnico profesional muy capaz, que asumió una posición muy difícil en los primeros años de la década del 90, al hacerse cargo de la gobernación del Banco Central. Era un momento en que el país luchaba para sacudirse de una inflación cercana al 100%, escasez de combustibles, una tasa de cambio muy inestable y reservas en divisas devoradas por una expansión monetaria que sirvió para inundar al país de muchas obras de infraestructura física. Entre tales obras se destacaron las presas de Jigüey y Aguacate, la autopista Duarte, el Faro a Colón, acueducto del Cibao Central y el de Valdesia, pero dejaron muy maltrecha la economía. Pero la disciplina del Banco Central pudo iniciar su recuperación, bajo un firme control monetario que llevó a enderezar al país, que por los últimos ocho años de la década pasada sostuvo índices de crecimiento por encima del 6% anual.

Lo logrado durante esa década del 90 se destruyó, cuando en el 2000 arribó al poder una nueva administración del PRD y su carnal PPH. Tan pronto cambiaron los parámetros económicos llegaron los bonos soberanos, decenas de todo tipo de créditos, se estancó el crecimiento, se elevó la inflación y el país se sumergió en un hoyo caótico con el desguase de bancos cuyas consecuencias las estamos viendo de cómo se ventila el juicio de los principales acusados de la quiebra bancaria del 2003.

De nuevo en agosto del 2004 la confianza del presidente Fernández instala en el Banco Central a quien en la década anterior había sido el artífice de la recuperación, demostrando su capacidad; el milagro económico desde entonces a la fecha ha sido más que admirable y notable para todas las economías mundiales, que observan impresionados cómo una maquinaria técnica administrativa ha elevado al país a índices que el FMI ha sido elogioso a tal acción, de elevar las reservas en el Banco Central, inflación de un dígito, tasa de cambio estable, pese a los argumentos en contra que insinúan que se deje flotar el peso para reflejar su verdadero valor de acuerdo al gusto de ciertos sectores.

Por eso, sectores recalcitrantes de la oposición, que en los momentos que se han visto en el poder han dado muestras de su rapacidad e incapacidad, han decidido blandir hachas para derribar el árbol que está dando frutos y, con calumnias, quieren desmoralizar a un hombre que solo ha sabido trabajar por su país en el área de su especialidad.

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