El país sufre críticas por hacer cumplir su ley sobre migración. Grandes naciones y poderosos organismos desean que el territorio soporte una masa de ilegales sin hacer nada.
-A nosotros nos dieron mucho tiempo. Lo que pasa es que mis paisanos acostumbran a dejar todo para último. Hubo tiempo para ponerse legal.
Eso expresó Joan, el haitiano que trabaja en el residencial Ciudad Bonita, en Santo Domingo Norte, donde tiene dos años laborando como jardinero.
-Mi madre me ha llamado preocupada. Ella piensa que aquí nos están matando. “Ven para acá mi hijo”, eso me pide. Es porque la noticia que ve y oye es que los dominicanos nos van a matar.
“Mire usted, cuando yo llegué a trabajar aquí, mis dos compañeros no tenían papeles. Les expliqué que no podíamos seguir así, que el gobierno nos daba la oportunidad de ponernos en orden. Ellos me escucharon y, ahora, ya todos estamos bien”.
Joan es joven. Se hizo miembro de una iglesia evangélica donde aprendió a tocar el teclado. En el residencial algunos le han tomado cariño y gran respeto. Ahora estudia inglés en la noche.
-Los haitianos que por no poner atención dejaron de arreglar sus papeles ahora llegan a mi país sólo a hablar mal. Les están haciendo creer a los demás que aquí los dominicanos son malos.
“Me han presionado para que yo también me vaya. Yo les digo que no tengo porqué hacerlo. Me siento en mi casa. Nadie me persigue, ni veo odio ni maltratos. En la iglesia todos mis hermanos me aman.
“¿Sabe usted que es lo que pasa? Le diré: es que los que se han ido buscan que el gobierno y las demás naciones les ayuden. Pero no están diciendo la verdad”.