Johannesburgo. EFE.- Sudáfrica recuerda hoy a los más de 400 esclavos mozambiqueños que viajaban en el barco portugués São José-Paquete de África, una embarcación con destino a Brasil que naufragó hace más de 200 años en la costa de Ciudad del Cabo.
Los pecios de la embarcación esclavista, que se hundió al chocar con una roca dos días después de la Navidad de 1794, son presentados hoy en los Museos Iziko de Ciudad del Cabo para celebrar este hallazgo histórico, el del primer barco siniestrado con esclavos a bordo.
“Es la primera prueba concreta del uso de personas del este de África en el comercio transatlántico de esclavos”, dice a Efe Melissa Scheepers, de los Museos Iziko, que destaca la relevancia científica del descubrimiento porque hasta ahora sólo había documentos que probaban este hecho.
Este éxito arqueológico es responsabilidad del Slave Wrecks Project (SWP), fruto de la colaboración entre Iziko, la Agencia Sudafricana de Patrimonio, la Universidad George Washington y el recién creado Museo Nacional de Historia y Cultura Afroamericana de Estados Unidos.
La primera prueba física de la existencia del São José-Paquete de África se remonta a la década de 1980, cuando buscadores de tesoros marinos encontraron pecios de la nave, que fue identificada entonces como una embarcación holandesa.
Años después, en 2011, el arqueólogo de Iziko Jaco Boshoff encontró en los archivos del Cabo una declaración judicial sobre el naufragio del capitán del São José, que le hizo atar cabos y concluir que la nave holandesa era en realidad este barco esclavista procedente de Mozambique.
Documentos encontrados en archivos portugueses y mozambiqueños -sobre la carga del barco al partir de Lisboa y la compra de esclavos en el país africano, respectivamente- confirmaron poco después la idea de Boshoff, según cuentan fuentes del museo sudafricano.
Siguiendo el delicado proceso científico que permite conservar en buen estado todos los objetos para su posterior estudio, los restos del naufragio fueron sacados a la superficie, lo que permitirá reconstruir los detalles de las condiciones en las que viajaban esclavos y tratantes.
Según informaciones de los archivos, la tripulación fue rescatada y llevada a tierra, igual que, aproximadamente, la mitad de los esclavos, que fueron revendidos en Ciudad del Cabo y para quienes la salvación solo supuso un cambio de dueños.
La otra mitad de los mozambiqueños murieron entre las violentas olas del Atlántico, muy lejos de las plantaciones brasileñas de azúcar, su destino cuando embarcaron el 3 de diciembre de 1794.
“Es realmente un lugar frente al que inclinar la cabeza en señal de respeto, un lugar en el que reflexionar sobre todos los que hicieron ese viaje, sobre todos los que murieron”, asegura el director del Museo de Historia Afroamericana, Lonnie G. Bunch, sobre el punto del hallazgo de la nave.
Los objetos recobrados del fondo del Atlántico serán cedidos durante diez años por Iziko a la institución que dirige Bunch, que abrirá sus puertas al público el año que viene en Washington.
“Está diseñado casi como un memorial”, afirmó Bunch sobre la manera en que los pedazos de la nave serán expuestos en el museo.
Entre el material hallado en las costas de Ciudad del Cabo, utilizadas a menudo como escala por los navíos que navegaban entre el Índico y el Atlántico, hay grilletes y cadenas para inmovilizar a los esclavos, además de diversas herramientas de hierro y de madera utilizadas en el funcionamiento del barco.
Además, los investigadores esperan poder encontrar más objetos en la zona del naufragio.
Está previsto que representantes de los Gobiernos sudafricano y estadounidense asisten al memorial por los esclavos del São José que se celebra hoy en Ciudad del Cabo.
La ceremonia también contará con la presencia, cargada de simbolismo, del juez Albie Sachs, uno de los activistas más significativos de los derechos humanos en el país austral y que perdió un brazo en un atentado de los servicios de seguridad del régimen del “apartheid” al que se enfrentó.