El hambre: gran reto del siglo XXI
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El hambre: gran reto del siglo XXI <BR>(2 de 2)

RAFAEL AUGUSTO SÁNCHEZ HIJO
El impacto del acceso y disponibilidad de los recursos hídricos es vital para garantizar la seguridad alimentaria y enfrentar el flagelo del hambre. Africa ilustra bien esta afirmación siendo el continente más seco y la región donde el hambre es más frecuente. Este líquido tan valioso, que significa la vida misma, es menospreciado y desperdiciado quienes no sienten esa carestía. Hambre y sequía siempre han ido unidos de las manos.

La sequía es la causa más común de la escasez y la carestía de alimentos, agregándole algo grave: la deshidratación en adultos y niños y el normal funcionamiento de los órganos cuando no tienen agua suficiente, ya que las tres cuartas partes del cuerpo humano es agua.

La principal causa de la sequía radica en los atentados criminales del hombre al medioambiente. Nuestro país vive a diario las experiencias de los abusos criminales contra nuestro sistema ecológico. La tala indiscriminada de árboles necesarios, tanto en la ciudad como en las cuencas de los ríos, como también la extracción de material indispensable para la conservación de los mismos, hacen que el lucro que les produce a unos pocos les niegue a nuestros hijos y descendientes el derecho a vivir mejor teniendo una tierra con un mejor ecosistema. En la pasada administración se vieron hechos insólitos. Se dañaron algunos parques para construir instalaciones deportivas y de otra índole. También se redujeron o intentaron reducir las áreas protegidas mediante enmiendas a la ley que las rige. Esperamos que la acción por inconstitucionalidad de la ley de marras contra esta medida, intentada por ciudadanos dominicanos y extranjeros conscientes, ante la Suprema Corte de Justicia, tenga su justa acogida.

Ojalá el nuevo incumbente de la Secretaría de Medioambiente, pueda llenar nuestras expectativas en este sentido.

Cuando el agua escasea y el medio ambiente es frágil, para alcanzar la seguridad alimentaria podría ser necesario depender de lo que se ha llamado «agua virtual»: alimentos importados de países con abundancia de agua. Hace falta un metro cúbico de agua para producir un kilo de trigo. Extrapolando esos números, la FAO calculó que cultivar la cantidad de alimentos importados por los países del Cercano Oriente en 1994 habría requerido tanta agua como el caudal anual del Nilo en la presa de Asuán. En estas condiciones, dice la FAO, «es preferible importar alimentos y usar una cantidad limitada de agua para otros fines como la producción de cultivos de alto valor comercial para la exportación». En el caso nuestro creo que esa aseveración no es válida, puesto que para nosotros todavía es más rentable producir nuestros propios alimentos que tener que buscar divisas para importarlos. Por supuesto, con escasas excepciones.

Comercio
El comercio internacional puede y debe ser un buen aliado en la lucha contra la pobreza y la reducción del hambre, siempre que las grandes potencias vean disminuidas su voracidad avasalladora y reconozcan, no solo porque es justo, sino por estrategia , que les conviene el desarrollo de los países pobres y la disminución del hambre a nivel mundial. De esa forma verían disminuidas las invasiones legales e ilegales a sus territorios. Estamos obligados a incrementar nuestra producción, mayormente en el sector agrícola, que es nuestro punto fuerte. Debemos proteger a todos nuestros productores de los países ricos en todo momento, de manera principal en los tratados, aunque la otra parte signataria sea un aliado tan necesario e importante para nosotros como lo es Estados Unidos.

La agricultura y el comercio agrícola juegan un papel muy importante en la economía nacional y en la seguridad alimentaria de los países en desarrollo. En general, los países que tienen un mayor volumen comercial gozan de niveles más altos de crecimiento económico.

La pobreza de los países subdesarrollados limita su actividad comercial y reduce tanto sus ingresos por concepto de exportación, como su posibilidad de comprar más alimentos en el mercado internacional.

Algunos países, como el nuestro, han visto descuidar su balanza de pagos. En los últimos años hemos estado gastando divisas que no producimos, y lo peor de la historia: la mayoría de estas divisas malgastadas han sido para adquirir artículos de lujo. Nuestras exportaciones que son básicamente las que soportan el peso de las compras en el exterior, son menos que insuficientes, no sólo para las compras perentorias en el mercado externo, sino que tampoco son capaces de honrar los compromisos internacionales, de manera especial, los préstamos, y entre ellos, los mal llamados bonos soberanos, que de soberanos no tienen nada. Prestamos, que en su origen se suponían que ellos mismos iban a generar los dineros necesarios para ser pagados, se convirtieron en obras no productivas y, los que la final serán un dolor de cabeza perenne para éste y muchos gobiernos sucesivos.

Programa contra el Hambre de la FAO
El informe destaca algunos ejemplos de éxito de políticas destinadas a la reducción del hambre en el mundo, como los puestos en marcha en Brasil, Panamá, Kenya y Viet Nam, y hace un llamado a los países para que participen y apoyen el Programa contra el Hambre presentado durante la Cumbre Mundial sobre la Alimentación cinco años después. Nuestro país, bien podría beneficiarse de este programa.

El Programa contra el Hambre hace un doble planteamiento: a) preconiza medias para aumentar la productividad y los medios de vida de los pequeños agricultores; y b) propone una acción inmediata para dar a las personas hambrientos acceso a los alimentos que necesitan.

El Programa contra el Hambre establece prioridades y recursos financieros necesarios para la acción en cinco áreas:

* mejorar la productividad agrícola de las comunidades rurales pobres;

* desarrollar y conservar los recursos naturales;

* ampliar la infraestructura rural y acceso a los mercados;

* reforzar la capacidad de generación y difusión de conocimientos

* asegurar el acceso a los alimentos para los más necesitados.

«En definitiva», manifestó de Haen, «el éxito en la reducción de las cifras del hambre requiere aunar la voluntad política necesaria para emprender reformas políticas e invertir recursos allí donde sea más necesario».

La FAO ha hecho un llamado y ha lanzado un reto para construir una Alianza Internacional contra el Hambre.

Fida:
El Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (FIDA), proporciona financiación para el desarrollo con el objetivo de reducir la pobreza y el hambre en las regiones rurales más pobres del mundo. El FIDA fomenta la participación de la población rural pobre de ambos sexos para su propio desarrollo, a través de la determinación de las necesidades de esa población, el uso de los conocimientos y habilidades con los que cuentan y la promoción de formas tradicionales viables de ganarse el sustento y administrar sus recursos.

Su labor comprende la organización y movilización de asociaciones de agricultores y pescadores en comunidades pobres para superar el nivel de producción de subsistencia y a sacar a sus comunidades y a sus familias de la pobreza a través de los préstamos que se han utilizado para comprar suministros básicos y equipos de elaboración de alimentos y para crear microempresas.

PMA:
El Programa Mundial de Alimentos (PMA) es la mayor organización mundial de asistencia alimentaria y, dentro del sistema de las Naciones Unidas, la que más bienes y servicios de países en desarrollo compra, fortaleciendo así sus economías.

El PMA proporciona asistencia de acuerdo a la fórmula de «alimentos por trabajo», a quienes padecen hambre crónica, con la finalidad de que logren su autosuficiencia. Por ejemplo, paga con alimentos a trabajadores que construyen carreteras y puertos en Ghana, reparan diques en Bangladesh, construyen terrazas en las colinas de Guatemala y replantan bosque en Etiopía. Programas como estos ayudan a la gente a ayudarse a sí misma y a depender menos de la asistencia alimentaria internacional.

Los proyectos de «alimentos para el crecimiento» tienen como finalidad ayudar a las personas necesitadas en los momentos más críticos de su vida, especialmente a los recién nacidos, los escolares, las mujeres embarazadas y las personas de edad. Este programa da de comer cada día a cientos de miles de escolares en todo el mundo. En países como Haití, Pakistán y Marruecos, la asistencia alimentaria se utiliza para atraer a madres y niños en situación vulnerable en los centros de salud, así como animar a las mujeres pobres a asistir a clases de alfabetización y salud reproductivo y alentar a los padres a mandar a sus hijas a la escuela. Los programas de las Naciones Unidas han demostrado una y otra vez que el hambre y la pobreza pueden superarse con programas sociales apropiados y bien planificados que borden las necesidades a corto, mediano y largo plazo de las poblaciones afectadas. Países que en el pasado recibieron ayuda alimentaria, como la República de Corea, México y China están hoy entre los principales mercados para la exportación de alimentos. Otros países que se beneficiaron con la recepción de esta asistencia, como Croacia y Marruecos, se han convertido recientemente en donantes del Programa Mundial de Alimentos. Nosotros también podemos hacerlo. Hagámoslo.

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