El hambre y las enfermedades  merman la vida  de los cañeros

El hambre y las enfermedades  merman la vida  de los cañeros

El hambre, el desempleo y las enfermedades parasitarias forman parte de la vida cotidiana de los moradores de los bateyes convertidos en guetos en la periferia de la capital dominicana.

Viejos y niños comparten una suerte similar, pero los más pequeños tienen el incierto futuro de repetir la historia de  pobreza de sus padres, pues un alto porcentaje carece de documentos de identidad.

En los bateyes la vida es miseria, hambre, desnutrición, pobreza, variadas enfermedades y desesperanza.

Un recorrido ayer por los bateyes Estrella, en Los Guaricanos, Duquesa y Los Casabe, permitió comprobar que sobrevivir en un batey es casi un milagro.

Carencia.  Seres humanos que viven sin agua, sin seguridad alimentaria, sin sanitarios y que hacen sus necesidades fisiológicas en los montes. “No tenemos nada”.

Las adolescentes se embarazan y se quedan en el mismo entorno, tratan de dejar de pasar hambre buscando un hombre que las ayude, pero terminan en el mismo círculo de la pobreza, contó Humaya, una anciana del batey Los Casabe.

El batey Duquesa, perteneciente al otrora principal productor de azúcar Central Río Haina tiene más de 100 familias que viven en medio de la insalubridad y del mal olor.

Infrahumano.  Un hombre joven muestra el barracón donde vive con su mujer y sus cuatro hijas. Junto a su pareja duerme en una destartalada cama, sus cuatro niñas en un piso donde hay cucarachas, ratas y moscas.

En casa de Emaile Batista, un carretero del Central Río Haina, eran ya las 11:00 a.m., y a pesar de que está muy enfermo, no había podido desayunar. Mientras Rafael Cruz Valdez, de 74 años de edad, confiesa que está muriendo de hambre.

Sin letrinas. En estos bateyes  falta agua, letrinas e higiene. Pero sobra todo tipo de vichos, insalubridad y penurias.

Los que vivieron por décadas de la siembra y del corte de la caña de azúcar reproducen por doquier su pobreza. Son pobres por lo menos cuatro de sus generaciones.

Ahora los más jóvenes se han dedicado a la búsqueda o recolección de objetos en el vertedero de Duquesa.

 En cualquiera de los bateyes, la vida es el rostro mismo de la miseria, niños llenos de parásitos, sin ilusión de un futuro mejor.

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