El hambre

El hambre

BONAPARTE GAUTREAUX PIÑEYRO
David C. caminaba lentamente por una de las anchas aceras de Broadway. Caminaba como alguien a quien no le faltaba el tiempo. Me explica que trabaja en un periódico y me dice que todas las noches se alimenta con platillos gourmets, debido a que en el periódico hay un restaurante uno de cuyos chefs es dominicano.

Todas las noches sobran langostas, salpicones de mariscos, filetes de res y de cerdo, así como todo tipo de frutos del mar. Ya cocidos, o a medio cocer, hay que comerlos o botarlos. Así es la ley aquí. Mi amigo, el chef dominicano me sirve esas delicadezas para cena. Ahora sí sé cómo cenan los burgueses, dijo antes de la carcajada.  Las autoridades son tan exigentes que ni siquiera permiten que los empleados se lleven la comida a sus casas, terminó David. En la década de 1950 ó 1960 leí que los países de Europa tenían almacenadas grandes cantidades de productos comestibles, crudos y procesados, los cuales les proporcionaban  graves problemas de mantenimiento en energía para refrigeración y en costo de almacenamiento.

Esa política subsidiaba la producción y subsidiaba los precios ya que si soltaban toda su producción al mercado, dada la enorme producción y la alta productividad, sus productos tendrían que ser vendidos a precio vil, según ellos. Sólo Jesús multiplicó los panes y los pescados para que pudiera comer la multitud que lo escuchaba en ocasión del sermón de la montaña. Nadie es tan bueno, nadie es tan desprendido que produce para perder, sin que importe si los pueblos comen o no comen.

En 1997 el Departamento de Agricultura de Estados Unidos determinó que no se habían consumido 96 mil 400 millones de alimentos. Esa cifra, dividida entre 7 mil millones de habitantes que tiene el mundo da 13 millones 771 mil 428 libras por persona. Si dividimos la cifra entre 365 días el resultado es 37 mil 730 libras por persona por día. Ahora se actualiza el estudio y se estima en por lo menos 30 millones de toneladas de desechos alimenticios. Sería muy extraño que en once años el volumen de derroche alimenticio echado a la basura haya disminuido tanto. Lo cierto es que no hay tal crisis alimenticia en el mundo.

Los números citados corresponden sólo a los Estados Unidos. No conozco las cifras de la riquísima Unión Europea.

Tampoco hablamos de los frutos y frutas enlatados, de los granos, las carnes, las hortalizas que se echan al zafacón porque han pasado la fecha óptima de consumo.

Para mí, que ya he visto algunas cosas y leído otras, algo se traen entre manos los países de mayor producción y procesamiento de alimentos. Quizá nos quieren vencer y sacar del mapa por hambre.

Para mí que esta crisis es provocada.

Esos son los mismos que rechazan los alimentos transgénicos, que son una real solución contra el hambre.

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