El heredero de Shell

El heredero de Shell

Acostumbrados a discutir por todo, nos enfrentaremos por lo de la Refinería Dominicana de Petróleo (Refidomsa). En los prolegómenos de la disputa hemos de admitir que Hugo Chávez Frías es tataranieto de Jean Kesler, el fundador de la Royal Dutch. Con el andar del tiempo, esa empresa se fusionó con la Shell Petroleum y juntas por un siglo han explorado, extraído y vendido petróleo en todo el mundo. Chávez se consignó legatario de operaciones de la empresa petrolera. Heredó el transporte del hidrocarburo hacia los países beneficiarios del Acuerdo de Caracas y su sucedáneo, Petrocaribe. Y ahora nos informó que su nombre figura en el testamento de Refidomsa.

Porque pongamos los puntos sobre las íes. La deuda dominicana con Petrocaribe no la brinca un chivo. Planteado de tal modo el problema, la refinería es una opción del acreedor, a quien no le hemos dado otra satisfacción que la de los discursos. Y Chávez, que reparte mucha, no coge muela. De manera que nos ha pedido abrir el testamento para que lo encontremos mencionado, con letra clara, aunque cursiva, por el propio Kesler.

Un hombre como Hipólito Mejía, en las presentes circunstancias, podría lograr un racionamiento no declarado en el despacho del petróleo. Ya lo vivimos con él cuando Chávez forzaba el mingo contra el transporte petrolero realizado por una subsidiaria de la Shell. Y también cuando Chávez batallaba para sacar del país a Carlos Andrés Pérez. Leonel Fernández, en cambio, fue, al parecer, titiritero en los años excluidos de sus celebraciones natalicias. Por mucho dolor de cabeza que le diera la negociación, se toma su té de tilo con manzanilla a la espera de los acontecimientos. Observemos por tanto, hacia dónde puede marchar la negociación por la refinería.

Opción primera: negarse a venderle el famoso 49% que fue propiedad de la Shell. Chávez racionará el petróleo, sin admitirlo en público. (Recordemos que en medio de los pleitos con Hipólito la explicación vinculaba la escasez a retardos de los buques del transporte. ¡Nunca jamás se negó la entrega de hidrocarburos!). Opción segunda: venderle el dichoso 49% y seguir recibiendo petróleo por habichuelas negras, coloradas, pintas y frijolitos que nunca hemos sembrado o sembramos poco.

Chávez, que gusta jugársela ante el imperialismo (añádanle la monserga de años idos) podría estar pensando en ampliar la refinería. Entonces, sin muchas vueltas, es capaz de transformar nuestra destilería de hidrocarburos en una pujante refinería. Quizá esté saboreando esta posibilidad, pues el muchacho da para esto y para más. Recordemos que en algo parecido se encuentran sus intereses cubanos. ¿Qué le conviene al país? Antes de aplaudir hasta rabiar o rechazar sin previo análisis, pensemos en cuanto puede sobrevenir en este proceso en el que Chávez se incluye en la herencia de la Shell.

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