El hijo sucesor de Gadafi, la espada amenazante en la que se apoya el régimen

El hijo sucesor de Gadafi, la espada amenazante en la que se apoya el régimen

Redacción Internacional, (EFE).- Saif al Islam Gadafi, considerado hasta ahora el sucesor de la «presidencia hereditaria» libia instaurada por Muamar al Gadafi, se ha convertido en un nuevo «gesto amenazante» del régimen, al advertir a sus conciudadanos de que sufrirían un baño de sangre si continúan las revueltas.

 Saif al Islam, el segundo hijo de Gadafi con su segunda esposa, Safiya Farkash, nació el 25 de junio de 1972, y fue designado por su progenitor como el heredero de su régimen personalista y excéntrico.

Los países occidentales vieron en él a un joven cosmopolita con ganas de realizar cambios en el país, aunque sus últimas intervenciones tras desatarse la revuelta han mostrado su otro rostro.

Saif al Islam ha llegado a amenazar a los suyos con provocar «ríos de sangre» si continuaban las revueltas. El joven delfín, que habla inglés, francés y alemán, pronunció un discurso el pasado día 21, cuatro jornadas después de que comenzaran las protestas pacíficas, en el que apuntaba con el dedo índice amenazante a los manifestantes instándoles a «restaurar la seguridad».

La escena rompía el silencio de su padre, que hasta entonces sólo había aparecido rodeándose de adeptos en algunas imágenes en televisión. El día de la alocución, Saif al Islam, convertido en la voz de un régimen que lleva cerca de 42 años en el poder, dijo en la televisión estatal que los militares libios «no son los de Túnez ni los de Egipto».

Y advirtió de que «si el caos llega, lloraremos a centenares de miles de nuestros hermanos» además de prevenir de que podría haber otra guerra en torno al petróleo y alertó de «la creación de un Estado Islámico».

El discurso amenazante del «delfín» fue la antesala de los 30 segundos televisivos que dedicó Muamar al Gadafi a su pueblo, en los que aseguraba que permanecía en Trípoli «y no en Venezuela, contrariamente a lo que afirmaban las emisoras de los perros (occidentales)».

 La intervención de Saif al Islam contradecía las declaraciones que efectuó el pasado 27 de junio al diario británico «The Sunday Times» en las que consideraba que ha pasado a la historia la época de los «grandes líderes o los reyes» y que ahora hacen falta «gestores». «Se debería dejar a la gente elegir a sus líderes. El futuro pertenece a la democracia.

 No hay otra vía para Libia», afirmaba hace apenas ocho meses, mientras que se refería al petróleo como «una maldición. Crea muchos problemas en Libia». También lejos quedaba ese sueño de hacer de Libia «la Viena del norte de África» en referencia a su ciudad favorita europea.

Hasta la revuelta popular en Libia, los países occidentales, tolerantes con el régimen de Libia, el noveno exportador de petróleo de la OPEP, confiaban en la figura de Saif al Islam como un posible reformador. Contribuyó a difundir esa imagen la tesis doctoral que hizo en la London School of Economics (LSE) sobre «El papel de la sociedad civil en la democratización de las instituciones de gobernanza global».

Esa tesis de 429 páginas, presentaba al hijo del coronel, graduado también en Arquitectura, como una alternativa al cambio del modelo libio. La creación de la Fundación Gadafi para el Desarrollo en 2009 y con sede en Londres, también ofreció una imagen conciliadora del hijo de Gadafi.

Con fama de mujeriego y juerguista, según los cables diplomáticos filtrados por el portal WikiLeaks, Saif al Islam llegó a pagar un millón de dólares a Mariah Carey para que cantara para él en una fiesta en la isla caribeña de San Bartolomé, en el 2009. Saif al Islam tiene un hermanastro mayor que él, y otros cinco hermanos y una hermana, Aisha, teniente general en el Ejército libio.

Muamar al Gadafi participó en la revolución que derrocó el 1 de septiembre de 1969 al régimen monárquico pro occidental del rey Idris I, que no tuvo descendencia. Gadafi ahora se apoya en su heredero, Saif al Islam, cuyo nombre significa «Espada del islam», para permanecer en el poder. EFE

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