El hip-hop revoluciona el negocio de la música

El hip-hop revoluciona el negocio de la música

NUEVA YORK (EFE).- El “hip-hop”, ese movimiento cultural urbano que emergió de los guetos negros de Estados Unidos, se ha convertido en un fenómeno comercial multimillonario, popularizado por empresarios visionarios que provienen de la industria musical.

Uno de ellos es el magnate Russell Simmons, actual propietario de Rush Communications, un “imperio” comercial que ha generado millones de dólares con la venta de discos, ropa, teléfonos celulares, relojes, bebidas energéticas y tarjetas de débito a los fanáticos del “hip-hop”.

Rush Communications, que además promueve nuevos talentos y produce cine y televisión, es considerada una de las empresas de propiedad afroamericana más grandes y exitosas de EE UU.

Simmons puso la primera piedra de su imperio en 1983, cuando fundó Def Jam Recordings, una compañía de grabación que impulsó las carreras de artistas como “The Beastie Boys” y “Public Enemy”, y que luego el empresario vendió a Universal Music para abrir otros negocios.

En estos últimos 20 años, Simmons también se ha convertido en una figura pública con una agenda política que incluye las campañas para la eliminación de la polémica ley Rockefeller, una medida de “mano dura” contra los que cometen delitos relacionados con el tráfico de estupefacientes promulgada en 1973 en el estado de Nueva York.

SUS CAMPAÑAS

Sus campañas también se han centrado en el tratamiento ético de los animales y la petición del pago de compensaciones a los descendientes de esclavos negros.

Ese poderío le mantiene, al mismo tiempo, bajo constante escrutinio público y hay quienes le critican por haber contribuido a crear una actividad económica que atenta contra los valores familiares y celebra el crimen, el sexo y las drogas, principalmente a través de la música.

A Simmons no parecen preocuparle tanto las críticas negativas como la posibilidad de perder mercado frente a sus competidores, los raperos Jay-Z y Sean “P. Diddy” Combs (conocido también como Puff Daddy).

Ambos poseen su propia compañía de grabación y marca de ropa, pero no se han planteado aún una misión filantrópica como Simmons: la Rush Philantropic Arts Foundation, que otorga 25 millones de dólares al año para la promoción del arte.

A PASOS AGIGANTADOS

Otro empresario del hip-hop que avanza a pasos agigantados es Andre Harrell, un productor musical que ayudó a P. Diddy en sus comienzos, que fue presidente del famoso sello discográfico Motown Records y que ha emprendido una aventura en el negocio de la publicidad.

A través de su compañía, Nu America, Harrel prepara la campañas para Tommy Jean (marca del diseñador Tommy Hilfiger), Footaction USA y la fundación del Teatro Apollo, toda una institución negra en el corazón de Harlem.

Según los expertos, el fenómeno de los empresarios del hip-hop, que han hecho de la cultura urbana un negocio con su propia publicidad y nuevas técnicas de mercadotecnia, no tiene precedentes, ni siquiera en estilos como el “rock and roll” o el “country”. Entre los críticos está el director musical del grupo “Public Enemy”, Brian Hargrove, quien en una entrevista con el diario The New York Times consideró que “la música negra era la más inspiradora del mundo, pero ahora se ha convertido en la más destructiva del planeta”.

ANÁLISIS DEL LIDERAZGO

En su “Análisis del liderazgo de Russell Simmons”, el escritor afroamericano Amadi Ajamu señala que, “como una espada de doble filo, la cultura puede manipularse para que los oprimidos ganemos la batalla de la autodeterminación o para que nuestros opresores nos mantengan esclavizados”.

A su juicio, el hip-hop, que fue creado en las calles por jóvenes que desafiaban el estatus quo, ejemplificaba la creatividad innata, la conciencia social y la autodeterminación de los afroamericanos, como una especie de “voz de la resistencia”.

“Ahora el hip-hop está totalmente controlado por grandes corporaciones, los artistas promovidos por los empresarios del sector reflejan una criminalidad “mezquina y superficial, y un materialismo individual y vulgar que erosiona nuestra lucha colectiva”, escribe.

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