El hipismo languidece, pero puede levantarse

El hipismo languidece, pero puede levantarse

El hipódromo V Centenario corre casi al cierre si el gobierno del presidente Danilo Medina no adopta medidas que coadyuven a levantar una actividad que no está en agonía, pero que parece ir a quedar en el suelo, por lo que amerita que se pare con nuevos bríos en base a inversiones para superar deudas, importar caballos y equilibrar sus finanzas con un prudente manejo de sus ingresos y egresos.

Pero qué pasa, que cuando la gente muere de cólera, un hipódromo no puede ser una necesidad para preocupar a un gobierno, no obstante que de la actividad hípica vive una apreciable cantidad de familias, amén de observar la pasión de sus miles de seguidores, que no obstante su situación continúan sus apuestas, aunque menguadas, en razón de la falta de equilibrio de los programas de carreras por una mengua de la cantidad de caballos disponibles para el buen balance de las competencias, de la que están ausentes los campeones.

La administración del hipódromo ha devenido, tras el retiro de la empresa Galápagos, que dio apertura a sus operaciones en 1995, en una acumulación de deudas, que eventualmente se subsanan un poco pero que ya ronda los 50 millones de pesos, cayendo en un desequilibrio financiero debido a las cada vez más bajas apuestas, en tanto no existe ya el sistema de “Simulcasting”, una jugada con los caballos del hipódromo Camarero, de Puerto Rico, que aportaba un porcentaje significativo para completar los premios fijos a los dueños de caballos ganadores de carreras.

Ya antes de romperse el contrato con el “Simulcasting” los ingresos eran cada vez menores que los porcentajes en las carreras en vivo en el V Centenario. Solo para subir y bajar la señal de satélite para la transmisión de las carreras del Camarero, por radio y televisión, había un costo elevado, además del servicio de recibo de apuestas o S/Games que se eleva a unos 700 mil pesos mensuales. La radio y la televisión se llevan al menos un pago global de alrededor de 600 mil pesos.

La gerencia administrativa tiene que destinar porcentajes para cubrir pagos de empleomanía -por tiempos una burocracia con elevados salarios-inversión en el mantenimiento de la pista de carreras, áreas de establos, pago de luz eléctrica, plantas de emergencia que operan con combustibles, costos de servicios de comunicación telefónica y operación de las bancas. Todo lo cual significa que para cubrir suficientemente los costos de operaciones del hipódromo V Centenario se requiere contar con una apuesta global de banca y pool de al menos la suma de un millón 300 mil pesos por programas. Y sin la jugada de Simulcasting, ni sistemas de juegos adicionales, como casino y máquinas tragamonedas -como es en otros hipódromos- no se podrá lograr ingresos tales.

Entonces, como vemos, el hipódromo se maneja con hambre y se acrecienta la percepción de que pareciera que se precipita al cierre o que el hipismo sigue languideciendo con amenaza de caer en la agonía que lo lleve a desaparecer, lo que solo de pensarlo crea nostalgias en los apasionados hípicos, ya casi todos viejos que, cuando muere uno, es resultante de una baja en el monto del pool que, cuando llega a un millón de pesos, provoca algarabía entre sus operadores.

Y pareciera que es dificilísimo encontrar en el país a un grupo que haga la inversión necesaria o que aparezca una empresa extranjera con el capital y la seriedad requerida para operar un parque hípico que, por demás, observa un gran deterioro en su estructura constructiva pues, como está con vista al mar, la corrosión es una amenaza.

Se conoce de ofertas que se tipifican como de “villas y castillas” pero se tiene el temor de que se vuelva a caer en el fiasco que representó la licitación con la empresa Supers Resort, que operó como una inversión golondrina.

No obstante, pareciera que lo más conveniente es que una empresa foránea se haga cargo de operar el V Centenario, no obstante que habría de facilitársele viabilidad comercial, con tasas impositivas blandas, de manera que aseguren una inversión de al menos 60 millones de pesos, con lo que se superarían deudas y adecuación del hipódromo para recibir una mayor apuesta con la importación de unos 300 caballos, más la expansión de las bancas, regularización de la transmisión de las carreras por televisión, restablecimiento del “Simulcasting” y un plan de promoción y publicidad adecuados con los cronistas hípicos y la prensa escrita, televisiva y radial. Como se ve, las cosas para que mejoren tienen que cambiar, como han de cambiar a las autoridades, para que la hípica tenga el equilibrio financiero y una viabilidad sin mayores y críticos problemas, y que opere con un plan de al menos cinco programas de carreras semanales.

Está determinado que solo con la jugada en vivo, sin incluir las apuestas con Puerto Rico o con otro hipódromo -como alguna vez se hizo- no se cumple a cabalidad con el pago de la transmisión por radio y televisión por día de carreras, con lo que siempre ha habido retrasos.

En la actualidad, además, conspiran contra el equilibrio financiero del hipódromo los valores que se le pagan a los dueños de caballos, porque son como premios fijos en cada programa de carreras, que promedian entre de 340 a 370 mil pesos y si se toman los montos del pool, más el total de las jugadas en banca, con suerte llegan entre 700 a 800 mil pesos, de lo cual se rebaja el 54 por ciento que se le devuelve al apostador, en tanto hay que deducir los gastos que cubren la transmisión de radio y televisión, pago de sueldos a empleados, más los costos de agua, luz, plantas de emergencia, telefonía, comisión de agencias hípicas por ventas, que es fijo en un 11 por ciento, más los porcentajes reglamentarios a la Comisión Hípica Nacional, organismo oficial que rige la actividad.

De tal modo, se ve que el hipódromo opera con un déficit oscilante en casi un cuarto de millón de pesos y, así, no puede operar no obstante que, eventualmente, la administración reciba algunos aportes y exenciones estatales para alivianar el déficit, que se siente más cuando existe una gestión díscola y sin un criterio gerencial regido por la prudencia.

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