El hipocampo iluso

El hipocampo iluso

FEDERICO HENRIQUEZ GRATEREAUX
– ¿Menocal, conoce usted a una escritora llamada Volvoreta Jiménez? Un investigador español me ha recomendado visitarla para obtener información acerca de los santeros cubanos; y sobre una poetisa de Santiago de Cuba que murió en la adolescencia. Desde luego, lo primero para mí es terminar con el legajo y recoger los datos sobre «el chacal de Oriente». Pregunto esto por pura curiosidad; y porque, según parece, esta señora vive en Santiago. – «No la conozco, doctor Ubrique; pero si reside en esta ciudad no nos será difícil encontrarla. Veré cómo puedo ayudarle. ¿También tiene usted interés en asuntos literarios? – Bueno, no exactamente; es que me han dicho que, probablemente, leer los poemas de esa jovencita me ayudará a entender mejor la reciente historia de Cuba; o quizás añada confusiones a las dudas y confusiones que ahora me atenacean.

Menocal sonrió al escuchar las palabras de Ladislao. El notario, sentado frente a su escritorio, esperaba la llegada de los bayameses; y, mientas tanto, aprovechaba para conversar a solas con el húngaro. – Muchos poetas de Santiago de Cuba son sujetos ilusos, individuos fantasiosos. El gobierno los agrupa en pequeñas manadas y les asigna tareas de educación a través de las emisoras de radio. – Y ya que habla usted de hombres ilusos y fantasiosos, de mi extraño interés por la literatura, me apresuro a contarle algo que me pasó en Bayamo, poco antes de viajar a Santiago de Cuba. Por cortesía de Dihigo, fui presentado en el salón de actos del municipio de Bayamo. Expliqué ese día a mis compañeros de mesa que un chileno llamado Baeza, casado con una bayamesa, había escrito «Romancero de Bayamo»; el libro ganó un premio literario. El premio se otorgaba con motivo del aniversario del nacimiento de un dominicano que ayudó a Martí en sus campañas por la independencia de Cuba. Baeza también había participado activamente en los movimientos literarios de Santo Domingo. Lo dije con la intención de mostrar las muchas conexiones que existen entre las islas de las Antillas.

– Pues bien, aquel día regrese a pie al hotel cuando terminó la reunión; encontré en mi habitación la copia de un poema, de un poeta dominicano, enviado por uno de los comensales. El poema lo había publicado el mismo señor Baeza, en los años cuarenta y tantos, en un periódico de Bayamo. Se titulaba: «Tienda de fantasías»; el autor, Mieses Burgos, mencionaba en el texto un «hipocampo iluso». El caballito de mar mira los objetos a través de las aguas y es posible que vea las cosas con un tamaño mucho más grande del que en realidad tienen. Este «hipocampo iluso» del poema era una pieza especial entre las muchas almacenadas en la «Tienda de fantasías». Montones de jóvenes de las islas del Caribe cabalgan en el mar embravecido de la política como si fueran hipocampos ilusos, sin saber que viven alojados en una tienda de fantasías. Los asuntos políticos aparecen frente a ellos en una escala heroica, absolutamente imaginaria.

– ¿Qué quiere usted decir con ese rodeo parabólico? – Menocal, las naciones grandes pactan entre sí atendiendo únicamente a sus intereses estratégicos; no les preocupa mucho el dolor o el destino de los pueblos pequeños. Lo mismo da España que Francia; o los Estados Unidos y la Unión Soviética. Hacen arreglos políticos pasando por encima de cualquier consideración ideológica. En Europa del Este hemos visto estas cosas una y otra vez. Los cubanos no deberían hacerse ilusiones acerca de la conducta de los soviéticos. Ninguna política económica o social puede fundarse sobre ilusiones y fantasías. Y lo que es cierto en relación con la política de las grandes potencias, también lo es con respecto de los asuntos internos de cada país. Los individuos tampoco deberían ver las cosas con «vidrios de aumento», esto es, agrandándolas con ilusiones y fantasías políticas.

– ¿Sugiere usted que los cubanos se conducen como los caballitos de mar? – No es eso, licenciado; se trata del “estilo” de las actitudes mentales de cuatro generaciones de europeos y tres de hispanoamericanos. La nacionalidad no cuenta; y si cuenta, cuenta muy poco. Los jóvenes son idealistas que se entusiasman con los conceptos simples; que no distinguen claramente entre verdad filosófica y verdad histórica, entre los hechos sociales y las formulaciones abstractas. Existen hipocampos ilusos en Hungría, en Rusia, en Cuba, en la República Dominicana. ¡En todas partes! ¿Ha visto el gesto petulante y la manera solemne con que se desplazan en el agua los caballitos de mar? Parecen jinetes en un torneo medieval. Representan un tipo humano que los psicólogos no han podido explorar completamente.

– Creo que Dihigo y Valdivieso ya están en el recibidor. Tal vez ellos tengan cosas nuevas que contar sobre el Chacal de Oriente. – Menocal, créame, es un hábito colectivo lo que nos empuja a verlo todo desde la izquierda o desde la derecha, siguiendo un modelo óptico pendular. Los tipos como Ascanio Ortiz trabajan al servicio de cualquier gobernante despótico, lo mismo de izquierda que de derecha. Los carniceros de Hungría son iguales, o muy parecidos, a los carniceros de Rusia, de Bulgaria, de Cuba, de Haití. La experiencia, repetida con regularidad casi astronómica, es que cuando desaparece la libertad de los ciudadanos se confieren todas las libertades a los chacales… en Oriente y en Occidente. Santiago de Cuba, 1993.

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