En 1952, un experimento histórico, dirigido por el químico estadounidense Stanley Miller, recreó el origen de la vida al combinar tres de las piezas fundamentales -el agua, los gases y la electricidad-, pero obvió un dato y el papel determinante de otro material.
Ahora, un equipo internacional de científicos ha desvelado el papel del vidrio en aquel experimento que sirvió hace casi setenta años para profundizar en el conocimiento del origen de la vida y ha abierto una nueva vía para conocer cómo surgió.
Investigadores del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) de España y de la Universidad de Tuscia (Italia) han demostrado que el experimento no tuvo en cuenta la superficie del aparato de vidrio en el que introdujo agua para simular las condiciones de un océano primitivo y una mezcla de gases (metano, amoniaco e hidrógeno) para emular una atmósfera también primigenia.
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Los resultados de su investigación se han publicado en Scientific Reports, informó el CSIC en una nota de prensa difundida hoy.
Como fuente de energía, Miller utilizó descargas eléctricas entre dos electrodos que simulaban los rayos que debían abundar en la Tierra primitiva, y a los pocos días detectó en el “océano” primitivo la presencia de aminoácidos (las piezas moleculares fundamentales de las proteínas) y otros compuestos orgánicos prebióticos.
Su experimento mostró que las moléculas orgánicas complejas pueden ser sintetizadas a partir de precursores inorgánicos, y sus resultados respaldaron la idea de que la evolución química de la Tierra primitiva había conducido a la síntesis natural de las piezas químicas fundamentales de la vida a partir de las moléculas inorgánicas.
“Ahora hemos demostrado que el éxito del experimento se debe en gran parte a la superficie del reactor de vidrio que utilizó Miller”, señaló el investigador del CSIC Juan Manuel García Ruiz, del Instituto Andaluz de Ciencias de la Tierra, al sur de España.
Miller simuló el océano y la atmósfera de la Tierra primitiva, «pero se olvidó de las rocas; su papel crucial estaba oculto en las paredes de vidrio del reactor que utilizó”, precisó el investigador.
“Este resultado tiene importantes implicaciones geoquímicas porque muestra que una gran parte de los compuestos orgánicos que se encuentran en las rocas más antiguas de planetas como la Tierra o Marte son probablemente de origen abiótico”, detalló.
Es posible que las rocas proporcionen también la justificación para defender la idea más criticada en los experimentos de Miller: la existencia de una atmósfera reductora (es decir, rica en metano e hidrógeno) en la Tierra primitiva.
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“Nuevas ideas sobre la Tierra Hádica (la era que comenzó con la formación de la Tierra, hace 4.600 millones de años y terminó hace 4.000 millones de años) sugieren la concomitancia de una atmósfera reducida, tormentas eléctricas, superficies rocosas ricas en silicatos, bombardeo meteórico y agua líquida”, apuntó el investigador.
La atmósfera reductora fue el resultado de una reacción a escala planetaria entre las primeras rocas de la corteza terrestre cuando el agua se condensó en la corteza de silicato de hierro y magnesio hace 4.400 millones de años, lo que condujo a la formación masiva de hidrógeno y metano.
“Ciertamente, esta atmósfera fue transitoria, pero probablemente duró casi cien millones de años hasta terminar enriqueciéndose en monóxido de carbono y dióxido de carbono”, precisó el investigador.