El hogar y la maternidad como espacios políticos

El hogar y la maternidad como espacios políticos

‘Economía de los cuidados’ rescata memorias de ‘sufragistas de vanguardia’

Pese a los distanciamientos y rupturas de la «segunda ola del feminismo» con las maternidades y el hogar, se percibe un revival vinculante ahora que el movimiento de mujeres está a punto de alcanzar una «cuarta ola» a nivel mundial, impulsado por las nuevas cotidianidades, aun latentes, de la pandemia covid-19.

Y es que ante la fórmula del confinamiento utilizada para detener la propagación del virus queda plasmado en el microscopio social cómo las mujeres aportan a la sostenibilidad de la vida, a través de los cuidados en el hogar, de los hijos, las hijas, de las personas convalecientes y dependientes de su entorno cercano y de las comunidades a las cuales pertenecen.

Leer y escuchar a teóricas feministas como Amelia Valcárcel y Marilyn Waring, así como políticas en ejercicio retomar en sus discursos el concepto «economía de los cuidados», enfatizando que la reconstrucción post-covid debe vindicar el tiempo, las energías y trabajos domésticos que día a día millones de nosotras dedicamos al hogar y a la maternidad para que podamos tener democracias plenas, no es fortuito.

Ellas están dando valor a los trabajos y enseñanzas de nuestras madres, tías y abuelas que quedaban marginados; nos señalan el trabajo doméstico no puede continuar siendo la válvula de desigualdades.

Ahora la consigna es que el hogar y las diversas maternidades que confluyen son espacios políticos, vibrantes y genuinos, donde se posibilita lo que finalmente mide la macroeconomía. Una labor históricamente desvalorizada debido a que «era una tarea propia de las mujeres», por tanto no está representada en la mirada ortodoxa de los índices de los mercados, ni sumada como fuerza de trabajo que motoriza a otros sectores.

Amiga lectora, amigo lector, esta revalorización política del hogar y de las maternidades que engloba la «economía de los cuidados» rescata las memorias de nuestras «sufragistas de vanguardia», quienes pese a vivir confinadas impulsaron en la mayor parte del mundo, incluso en la naciente América Latina, la ciudadanía en las primeras cuatro décadas del pasado siglo.

Sus reformas se fundamentaron, primero, en la educación e ilustración sin distinción de todas las mujeres, sintiéndose responsables en mejorar la labor de madres, reformadoras y feministas.

«La mujer Dominicana (sic): alma del mundo por ser madre, tiene derecho a pedir lo que le pertenece. ¿Si ella no es educada para esa gran responsabilidad casi divina de ser directora del hogar, de sus hijos y de toda su familia, quien es responsable de sus errores? (…) Debemos de luchar hasta conseguir de nuestros gobiernos la reforma (del voto) y así el feminismo habrá triunfado y el hogar Dominicano (sic), en ruina, se habrá salvado», se lee en la carta que la sufragista Elvira Escotto viuda Bermúdez remite a la revista Fémina en 1923.

Además, para validar que tenían la experiencia, la conciencia y los saberes necesarios que les permitiese ser ciudadanas plenas, con derechos políticos y civiles, convierten al hogar en un espacio político y fundamentaron las bases de la maternidad feminista promotora del respeto a las diferencias y a la concreción de la equidad: «No perdamos un instante, luchemos con denuedo y comencemos al instante la obra ciudadana. Comencemos en el hogar, con nuestros hijos que son nuestro principal deber; hagamos extensivo a nuestras compañeras las madres de familia», también editorializa Consuelo Montalvo de Frías en 1923.

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