El hombre de la vida moderna

El hombre de la vida moderna

También la mujer de la vida moderna. Lo repito en mi género para no contraponerme a la nueva modalidad de incluirnos todos (y todas); aún cuando conservo la vieja práctica de que diciendo el hombre en sentido bíblico abarco a la mujer. Pero bueno, no es esto lo que viene al caso; y valga la aclaración.

El que conoce la historia de la civilización humana, sabe que siempre ha sido señal de decadencia y degeneración social el mero hecho de cuestionar la conducta del hombre hasta el extremo de la duda; y del valor real de la vida. Siendo así no ha de estrañarnos la desvalorización que ha alcanzado la vida moderna, consecuentemente por las conductas que ha venido exhibiendo la humanidad. Esas conductas que se apartan de esenciales valores éticos morales, coadyuva negativamente en el avance de una sociedad auténticamente civilizada y moderna. Como un verdadero contagio se va expandiendo en nuestra sociedad la modalidad de esa conducta entre jóvenes, ancianos, pobres, ricos, etc., y entre estos, hombres y mujeres responsables directos de los destinos de nuestras naciones y pueblos.

La vida moderna hace prisionero al hombre, porque imbuido en los adelantos técnicos científicos, en los efectos de la globalización, ha ido perdiendo de vista el valor intrínseco de la vida y el gozo de la misma más allá del momento que patrocinan sus intereses particulares coyunturales. Y en este contexto, todos pretenden ser admirados, conocidos, famosos y enaltecidos. )A cuenta de qué?. Tal vez, a cuenta de su condición social, económica o política. Pero, )quiénes han de ser los hombres más conocidos y admirados?. Siempre se ha dicho que los menos conocidos son los sabios, los grandes pensadores y los bienhechores de la humanidad; les siguen los políticos, luego los inventores y escritores; los campeones de alguna disciplina deportiva, estrellas de cine, etc.; y, los más admirados son los millonarios. Hasta criminales y delincuentes muchas veces descuellan en fama. Y sus «hazañas» (al destacarse en algún aspecto), se nos presentan como gestas de resonancia mundial; en cambio, de las hazañas del espíritu humano, de la honra y la moral, muchos guardan silencio. Silencio por no reconocer estas manifestaciones de sus contrarios o relacionados y silencio por ausencia de las propias. )Es este el hombre moderno? A través del tiempo la humanidad ha pretendido las grandes verdades antes de saberlas expresar en forma científica. Muchos quedan atrapados detrás de esas verdades; otros delante; y otros no se atreven por incapacidad a estar cerca de dichas verdades; aunque siguen denominándose modernos y capaces. El ideal de la vida moderna se inscribe en el amor, la unidad, la solidaridad, el perdón, la humildad, la fe, la moral y la ética; la sensibilidad; la transparencia y la verdad; la equidad; la participación y el respeto. )Donde estamos nosotros, los hombres y mujeres modernos, con respecto a este ideal?

Hoy en día todo el mundo anda exasperado; nervioso; susceptible; todos se ofenden con facilidad. La vida es difícil, cierto, pero precisamente por eso, habremos de ser cautelosos, comprensivos, flexibles y respetuosos con nosotros mismos y con los demás; porque también nosotros necesitamos que se nos brinde esta comprensión, cautela, flexibilidad y respeto; necesidad que olvidamos porque no vemos ni respetamos el espacio que de frente, al lado y detrás de nosotros tiene el derecho y la libertad de ocupar el otro.

La sociedad dominicana, que por necesidad debe ser encaminada hacia la modernidad, continuando firmemente los pasos que en este orden se hayan dado, acaba de manifestarse pacífica y masivamente en las elecciones presidenciales de este año, procurando que vuelva el progreso. Luego de esta respuesta, los rostros con ceños fruncidos están relajados; ha vuelto a aflorar la sonrisa de la esperanza; la respuesta al cotidiano saludo «hola, )cómo estás?» es un sonido de vocal repetida ((bieeen…!); todo en señal de perspectivas positivas. La campaña electoral que precedió las precitadas elecciones estuvo cargada de desafío, de insultos, de falta de ética política, de amenazas por parte de algunos candidatos; y ya al final del proceso, observadores nacionales e internacionales, encabezados por Monseñor Agripino Núñez Collado, desmontaron un riesgo de estallido social que comenzaba a anidarse en las mentes de hombres que llamándose modernos y propugnando por una sociedad y Estado modernos, quedarían atrapados entre aquellas verdades y su silencio. Gracias a la rápida acción de hombres modernos como los que pregonan las grandes y verdaderas hazañas del espíritu humano, se frenó un paso que rompería con toda posibilidad de avanzar para construir la sociedad y el Estado modernos a que aspiramos y que históricamente merecemos los dominicanos. Estas experiencias convocan a una revisión y adecuación de las manifestaciones conductuales del hombre moderno de hoy para el mañana.

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