El hombre: entre el fracaso y el éxito

El hombre: entre el fracaso y el éxito

Participar o competir en toda actividad política, deportiva, gremial, social, religiosa o empresarial implica asumir riesgos. El riesgo es una probabilidad que se asume de que se puede perder o ganar. Pero la vulnerabilidad al riesgo y al éxito está relacionada entre los factores que van a depender de las circunstancias, trabajo, consistencia, pragmatismo, medios disponibles, recursos, estrategias y tácticas que ayuden al logro de los propósitos. El determinante de la suerte, los símbolos, lo místico y las energías positivas que se espera que fluyan para ayudar al logro de resultados, no tienen explicación científica, pero desde la religiosidad popular las personas esperan siempre el milagro.
En toda actividad las personas deben estar emocionalmente preparadas para obtener resultados positivos o negativos. Diríamos que el fracaso es parte de la vida; así como el dolor es inevitable en la derrota, pero el sufrimiento es opcional después de haberla vivido.
Desde el cerebro a lo emocional; desde lo psicológico a lo social, el ser humano no se prepara para las pérdidas. Como tampoco asimila el éxito, la fama, el poder y el nuevo estatus de forma significativa y transcendental para convertirse en un referente social positivo.A veces el éxito personal, no guarda relación con el éxito familiar o social.
Cuando se pierde una batalla, un proceso, una lucha, o una competencia, a las personas les llega un sentimiento de frustración; en algunas personas la dimensión de la desregulación emocional es tan intensa que se puede convertir en un fracaso.En cualquier condición ya sea en el éxito o el fracaso, la autoestima juega un rol fundamental.
En la autoestima sana, el que obtiene éxito, maneja la humildad, el respeto, la valoración por las otras personas; su inteligencia emocional y social le instruye pensamientos divergentes, de integración, inclusión, reciprocidad, solidaridad y altruismo social para fluir en la diversidad.
Si la autoestima es muy alta, puede que el éxito sea petulante, con arrogancia, distancia, humillación, descalificaciones y desconocimiento de la valoración de las otras personas. Sin embargo, en la baja autoestima, el fracaso o la frustración puede generar vergüenza, culpa, resentimiento, tristeza, depresión, ansiedad y frustración, que conlleve a la incapacidad cognitiva y emocional de entender el contexto de la crisis.
Tanto el fracaso como el éxito, dejan enseñanza, tienen sus virtudes y generan bondades que fortalecen el espíritu. En ambas condiciones, el ser humano crece, madura, reflexiona, aprende, se fortalece emocionalmente. Tanto el carácter, como el temperamento y los rasgos de la personalidad, junto a las habilidades e inteligencia, influyen en la asimilación del éxito y del fracaso, de la perdida y del triunfo de forma adaptativa.
En las circunstancias actuales la valoración de la autogratificación, el bienestar, la felicidad, el éxito, el logro, son necesidades existenciales para darle explicación al egocentrismo personal o grupal. En los procesos dinámicos, el éxito y el fracaso van de la mano, todo depende de la autoaceptación emocional que el ser humano tenga para aprender y crecer más allá de la vanidad humana.
El éxito o la frustración son parte de la vida misma; todo el que participa, compite y se expone, algún día tendrá éxito o experimentará la sensación emocional de las frustraciones y fracaso. La fortaleza emocional, la resiliencia social y la virtud de manejarse en cualquiera de las circunstancias habla de la grandeza del ser humano. Ahora le toca volver a coger el timón de su vida y seguir adelante no importa si tuvo éxito o fracaso.

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