El hombre pragmático

El hombre pragmático

Humanamente el mundo ha cambiado. El mercado ha impuesto nuevas reglas en el orden financiero, en el consumo, en las tecnologías y, para colmo, en las oportunidades al desarrollo social. La inclusión social, dolorosamente depende de la capacidad de producir riquezas y de la equidad en la distribución.

Pero el mayor cambio en el mundo global lo ha representado el cambio del hombre en sus ideas, en sus necesidades, en sus principios y valores.

La necesidad de existencia, el motivo de vivir, y el servir para existir, se convirtieron junto al altruismo social en sabias razones existenciales de una humanidad que hacía posible pensar con amor y compasión por los demás.

Todo el proyecto del siglo XX sustenta la participación del hombre en la economía, la cultura, las artes, la filosofía, la política, en la búsqueda de una mejor sociedad; más justa, más equitativa, más inteligente, más colectiva, más humana y menos egoísta.

El sintiente de ese mundo era un ser hambriento de causas, de rostro conocido, de principios asumidos, de valores defendidos y saberes previos no renunciables; siempre actuaba, el hombre, ajustado a esas causas, que eran las razones personales y sociales, de un ser que renunciaba al egocentrismo, a la gula personal, al narcisismo, al confort y a la conquista de una vanidad que solo sirve para prolongar la miseria humana como dijera Víctor Hugo en Los Miserables.

El mundo dinámico, apostador, desafiante, parece que lo ha cambiado todo, y para mal, de forma rápida, inadaptada, vulgar y grosera, pero también, seductora, placentera, refuerza los malos hábitos y desmemoriza las necesidades humanas para convertir el hombre en adicto al placer y esclavo del estatus social.

Ahora, para todo hay remedios. Todo se satisface, todo tiene precio, pero también todo se vende; todo se oferta en el mercado, a través de la publicidad que, junto al placer y a la belleza, la juventud y la fuerza, el confort con la incultura, sencillamente, han suicidado la moral y la ética y fomentado la estética del narcisismo corporal.

De toda esta circunstancia socio económico y socio cultural se ha reproducido un nuevo ser social: el hombre pragmático, que por su accionar multiplicado se clasifica en sociedad pragmática, mejor conocida con el apellido de gente con habilidades del “todo incluido” el nuevo pragmatismo social.

El hombre pragmático ¿Quién es? ¿Qué lo sustenta? Diríamos que es un nuevo ser parido de los nuevos indicadores del mercado y del mundo tecnológico, poseedor de habilidades y de agilidad mental para asimilar el neofilismo social-todo lo nuevo sin crítica –de rostro cambiante, sin ideología política, sin utopías.

Sin existir para cambiar a otros, sino para servirse de todos, de ahí el “todo incluido”, pero además, un ser vanidoso, egocentrista, sin identidad, buscador del confort, del estatutos y de la legitimización social.

El pragmático no cambia la historia, cambia su historia, no es trascendente así mismo, no hace la realización de una vida altruista con pasión, amor y compasión por los demás sino que, hace cultura de beneficencia y de favores en busca de perpetuarse bajo el reconocimiento de la necesidad obligada.

Es decir, ora pero no cree, conquista pero no ama, da oportunidades pero no estimula espíritu libre, en fin, el hombre o la mujer pragmática, supera con creces al Hombre Light del profesor Enríquez Rojas.

Si de verdad queremos como sociedad ayudar a crecer personas hay que estimular el altruismo social, cambiarle el rostro y las palabras a la política, a la economía a través de las buenas acciones sociales.

Apostar al crecimiento con desarrollo social, con equidad, con justicia social, con cohesión social, con educación de calidad, con valores en las instituciones, con hombres y mujeres que de verdad crean en un proyecto de nación que reproduzcan un nuevo ser social, amante de servir, de permitir crecer en la dignidad, en la voluntad, y en la vocación de asumir el amor y la solidaridad con sus ciudadanos.

El pragmatismo social es una nueva identidad, asumida por políticos, intelectuales, hacedores de opinión, y por profesionales que buscan el reconocimiento de una vida sin causas, sin consecuencias, y llena de entretenimientos para no deglutir el sueño de las mayorías ¡Qué pena! ¡Qué miseria la del hombre pragmático!

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