El hombre que ayudó a salvar 50 millones de vidas

El hombre que ayudó a salvar 50 millones de vidas

Una solución de azúcar, sales y agua, cuya mayoría de ingredientes suelen encontrarse en un gabinete de la cocina, puede ser lo único necesario para salvar la vida de un niño. Y ha salvado unas 50 millones de personas. Encontrar el equilibrio correcto fue crucial y el doctor Norbert Hirschhorn, un médico estadounidense nacido en Asutria, tuvo un rol clave.

Después de dos días con diarrea, el bebé egipcio de tres meses estaba demasiado débil para levantar la

Cuando lo trajeron a un centro de rehidratación en Alejandría, los médicos temieron lo peor. Y es que la diarrea grave es una causa principal de muertes en los países en desarrollo.

Sin embargo, unas cuatro horas más tarde ya estaba lo suficientemente bien para amamantar de nuevo, todo gracias a una solución barata de azúcares y sales.

El doctor Hirschhorn dice que la transformación que la terapia de rehidratación conlleva es increíble.

«Llegas a una habitación y ves al niño -o al adulto – cerca de la muerte. Tienen los ojos hundidos, respiran muy rápidamente, su piel y las uñas de las manos están azulados y, en el caso de los bebés, la fontanela está hundida».

Ver que alguien se recupera de una enfermedad que puede ser mortal es «como ver resucitar a Lázaro, un milagro», dice.

Búsqueda del «equilibrio».- «Su simplicidad fue su peor enemigo. Sin embargo, tomó mucho tiempo, tomó un largo tiempo convencer a los pediatras de que esto era seguro»

El doctor Hirschhorn comenzó sus investigaciones sobre la terapia de rehidratación oral en 1964.

Se encontraba en servicio militar con el Servicio de Salud Pública de EE.UU. y fue enviado a Bangladesh, entonces conocida como Pakistán Oriental, donde había un grave brote de cólera.

El cólera causa diarrea grave y los pacientes pierden demasiado agua rápidamente y – crucialmente – sales, luego sufren una deshidratación extrema y pueden entrar en estado de choque y morir en pocas horas.

En Pakistán oriental cerca del 40% de los aldeanos que no recibían tratamiento contra el cólera se estaban muriendo.

En esos tiempos, el tratamiento de rehidratación se recibía de manera intravenosa en el hospital.

Era caro y muchas veces no estaba disponible para quienes lo necesitaban más.

De manera tal que el objetivo era encontrar una forma de dar el tratamiento oral para que muchas más personas pudieran recibir ayuda.

Hubo intentos anteriores para encontrar el equilibrio correcto de azúcar, sales y aguas para suministrar el tratamiento oral.

De hecho, una de las personas que trabajaba con Hirshchhorn en Pakistán oriental, el capitán Robert Phillips, lo había intentado sin éxito en un ensayo previo en el que varios pacientes perdieron la vida.

Eso hizo que Phillips se mostrara muy cauteloso en permitir que Hirschhorn llevara a cabo su propia investigación.

«Ensayó con la solución cuando estuvo con la armada en Taiwán y Filipinas, pero no logró la fórmula correcta, estaba demasiado concentrada y empeoró la situación», apunta Hirschhorn.

Precauciones.- «Phillips se mostraba muy reacio a dejar que nadie más hiciera un ensayo hasta que se le demostrara lo que había salido mal con sus pacientes y se le mostrara que si utilizábamos una solución que fuese comparable a las concentraciones de sangra de esos elementos, eso estaría bien».

«Guardaba bajo llave los documentos en su oficina», señala Hirschhorn. «Tuve que ganarme su confianza y hubo que tomar toda suerte de precauciones».

«Tuvimos que dormir al lado de los pacientes, teníamos tratamientos intravenosos de emergencia listos para ser aplicados».

El trabajo de Hirschhorn se basó en lo hecho por Phillips y en la obra de otro colega, David Sachar.

Sachar había mostrado que el cuerpo aun podía transportar sodio cuando se agregaba glucosa, algo clave en la lucha contra la deshidratación.

Las proporciones eran clave: demasiado o muy poco de cualquiera de los ingredients y el resultado no era solo que la solución no trabajara, sino que podía causar un severo daño.

«El estudio de la prueba de concepto fue que absorbería el fluido y disminuiría la cantidad de fluido diarreico que salía».

«Las proporciones son cruciales. Para obtener la absorción óptima de agua necesitas la misma cantidad de glucosa y sodio».

«Además, se necesita que la proporción de electrolitos sean lo suficientemente cercanos a la composición propia de fluidos del cuerpo, de manera que se pueda ajustar y mantener el equilibrio».

 

Fue un pequeño estudio de solo ocho pacientes en el que la terapia de rehidratación fue suministrada directamente al intestino utilizando sondas nasogástricas, pero demostró que esa específica combinación funcionaba.

En el hospital y en casa.- Sin embargo, incluso entonces la introducción de la terapia no fue simple.

Hirschhorn indica que había escepticismo de que algo tan simple pudiese ser tan efectivo y fuese mejor que la terapia intravenosa cuidadosamente dosificada y administrada en los hospitales.

«Su simplicidad fue su peor enemigo.- Sin embargo, tomó mucho tiempo, tomó un largo tiempo convencer a los pediatras de que esto era seguro, convencerlos de que uno podría salir y llegar hasta las madres, alcanzar las comunidades directamente».

La revista The Lancet describió la terapia de rehidratación oral como «potencialmente el más importante avance médico» del siglo XX y UNICEF añadió que ninguna otra innovación del siglo «ha tenido el potencial de impedir tantas muertes en un período tan corto de tiempo y a un costo tan bajo».

Ahora, su efectividad es bien reconocida y utilizada en el todo el mundo siendo aplicada por doctores en clínicas, así como también en hogares por los padres de los niños.

Sin embargo la Organización Mundial de la Salud (OMS) advierte que la diarrea es la segunda causa principal de muerte en niños menores de 5 años y es responsable de provocar la muerte de 760.000 niños cada año.

¿Y qué se siente saber que el trabajo de uno ha llevado a salvar más de 50 millones de personas?

Hirschhorn cuenta la historia de un viaje a Egipto muchos años después de su trabajo clínico.

Al desplazarse en un taxi se puso a conversar con el chofer. Resultó que el propio hijo del taxista se había salvado gracias a la rehidrtación oral cuando era un niño y ahora era un hombre joven que seguía estudios científicos en EE.UU.

«Ese intercambio», señala Hirschhorn aún visiblemente emocionado, «causó tanto impacto sobre mí como todas las estadísticas».

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