JOSÉ ANTONIO NÚÑEZ FERNÁNDEZ
El Hombre Que Ríe (L’ Home Qui Rie) es un gran libro. Su autor, el escritor francés Víctor Hugo, dijo un día: Yo pertenezco al partido revolución civilización, que dará origen a los Estados Unidos de Francia, que se convertirán en los Estados Unidos de Europa, que llegarán a ser finalmente los Estados Unidos del Mundo.
Los protagonistas de El Hombre Que Ríe, son el horripilante Gwymplaine y la bella ciega Dea. Gwymplaine fue víctima de unos ladrones de niños, que se apoderaron de las criaturas y se las vendían a inescrupulosos bandoleros llamados los plagiarios. La bella Dea desde recién nacida perdió el sentido de la vista… Así por ser ciega resultaba una de las pocas mujeres que podían enamorarse de Gwymplaine, que tenía un alma caritativa y piadosa. A él cuando niño le tatuaron en su rostro la máscara de una eterna sonrisa.
Y cuando quería llorar, entonces, más sonreía. En la cara se le dibuja una carcajada de alegría. En Inglaterra a los vende-chicos y a los compra-chicos los condenaban a la horca. Pero antes les grababan con hierros calentados hasta llegar al rojo vivo, las letras iniciales de tres palabras infamantes. Las letras eran la R inicial de Rob (bribón), la T comienzo de Thief (ladrón) y la M que es la letra inicial de Monslayer que equivale a (asesino).
Cuando me encontré en el 1952 con lo que para mí resultó una terrible coincidencia, me estremecí y respiré hondo. Ello era que las tres iniciales RTM representaban las iniciales de Rafael Trujillo Molina. Y al bien amado e ilustre Jefe no se le podía agraviar… Ni siquiera con el pensamiento. Calculé que por mi salud y seguridad tenía que tragarme ese coincidente hallazgo. Y en las reconditeces de mi espíritu me hice la siguiente pregunta ¿Cómo es posible que en Inglaterra tres siglos atrás a los perversos, malandrines y bandoleros, los estamparan con las iniciales RTM (Rafael Trujillo Molina)? Mis reflexiones de entonces fueron: Que existen misterios insondables.
Que ocurren cosas que resulta muy trabajoso poderlas entender. Y en verdad quién quitaba que la mano del Hado, la mano de la deidad griega del Destino, fuera la que determinara que en esta tierra y como azote de las avérnicas regiones, cayera para hacerse casi eterno, la más auténtica representación del binomio Luzbel-Belial. También en el libro de Víctor Hugo encontré por que a un cargo de poco trabajo y buena paga, lo llaman una botella.
Esto viene porque en Inglaterra nombraban los destapadores de botellas del mar, que era un buen oficio. Era que las víctimas de las tragedias marinas tiraban botellas con mensaje dando cuenta de lo ocurrido. El puesto de destapadores de botellas del mar se lo confiaban a gente honorable, casi siempre de la nobleza. Así como por igual nombraban a los adulones, a los que tenían visagras y goznes en las rodillas y con la columna vertebral azogada o lubricada con gelatina.