El hombre que
encantó a mi madre

El hombre que<BR>encantó a mi madre

Un día 23 de abril  1963 el presidente constitucional de la República Dominicana decía: “Dominicanos: En un mes y catorce días he tenido el dolor de perder a mi padre y a mi madre. No vengo a hablar aquí esta noche de ellos, sino que quiero agradecer vivamente a todas las personas que me han enviado mensajes de condolencias, tanto en el caso de la muerte de mi madre como en el caso de la muerte de mi padre.

Y quiero agradecer a la gente del pueblo que en el entierro de Mamá, y en el entierro de Papá, con una finura de sentimientos que expresa la profundidad del alma dominicana, se detenían en las aceras o llegaron hasta el cementerio a decirme todos en voz baja; con palabras simples y con gestos parcos: “Mis sentimientos compañero”. A todos ellos ¡muchas gracias!”.

Perdóneme don Juan si le tomo prestado sin previo consentimiento ese párrafo; pero lo necesitaba para testimoniarles nuestro más profundo agradecimiento a todas las personas que de una forma u otra se hicieron presentes para ofrecernos sus condolencias por el deceso de Mamá. Maestro de la palabra, esa mujer fue su alumna y bebió de la savia de sus charlas radiales de comienzo de los años sesenta del siglo XX. Usted hablaba de la posibilidad de que en cada hogar humilde se anidaran las tres comidas calientes, de una reforma agraria que proveyera de tierras al campesino para que pudiera mantener a su familia. Aspiraba a que cada dominicano contara con efectivos servicios de educación, salud, empleo y bienestar social.

Aquella ama de casa se sintió vibrar a la misma frecuencia  que usted lo hacía y desde entonces se puso en sintonía con sus prédicas y pensamiento. Así comenzó a hacer vida política esa humilde madre de diez hijos. Usted la cargó de fe y ella se llenó de esperanzas. Jamás abandonó la ruta por usted trazada. Cuando fundó el Partido de la Liberación Dominicana ella no titubeó en seguirlo. Recuerdo que me dijo: Juan Bosch dice que no hay corazón que engañe a su dueño y por eso yo me voy con él.

Paradójicamente, siendo una militante peledeísta le servía a los sectores más necesitados de la población sin distingo de bandería política. No olvido cuando al repartir una ayuda me explicaba: la familia tal es simpatizante del PLD pero la otra familia X tiene más urgencias y precariedades, por tanto la asistencia va para esta última. Ese sentido de justicia social y de amor por los pobres y desamparados fue prenda que nunca se removió de su alma ni siquiera para dormir.  Hizo suya la consigna que oyó de labios suyos: Quien no vive para servir, no sirve para vivir.

Don Juan usted no se ha ido, mi madre tampoco; siguen con nosotros. La vocación de servir a los demás con amor y humildad que usted le sembró nos recuerda a Jesús cuando dice: Amaos los unos a los otros. Con razón ella se despidió un Jueves Santo para que pudiéramos enterrarla un Viernes Santo como al redentor.

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