Cada época es un río en crecida, pero en su cauce, y cada hombre-época tiene una orilla viva de la cual se apropia su cuerpo. No hay autorrealización en los hombres-época, lo que hay es esencias de ser un constructor o un destructor de su destino y del de otros.
Es la historia la metáfora donde nos apoyamos para estar a salvo del olvido, estudiando la vida de individuos que unieron su destino a la fidelidad del deber. El deber es una actitud, no una paradoja o un tormento; el deber es un modo de ser-en-el-mundo que nos hace totales, personas totales o un ser total.
Es bueno destacar, que el hombre total no necesita de la adulación, razón por la cual la humanidad que conoce de cómo los pueblos, a veces, extrañan el anhelo del servicio desinteresado del hombre-total, lo evocan, lo sublimizan y privilegian su historia.
La vocación central del hombre no es la dominación de las fuerzas de la naturaleza. O, si se prefiere una fórmula más amplia: la dominación de las fuerzas de la naturaleza no es ni el medio infalible ni el medio principal para el hombre de realizar, ni aún de descubrir, su vocación.
Y un poco difícil esto, cuando los hombres no tienen ya relaciones entre ellos más que a través de estos intermediarios inhumanos. Están todos como vacíos, alienados de sí mismos por el régimen. El burgués lo está dos veces por su culpa, al liberarse de la ley del trabajo, y al renunciar a cualquier humanidad en su ideología. El trabajador lo está una primera vez contra su voluntad, cuando se le arranca su trabajo que es su sustancia; y lo está una segunda vez, con su consentimiento, cuando, como vacío de sí mismo, se evade mediante unos ideales mixtificadores (espíritu, vida interior, Dios) que le desligan de su destino concreto y le desvían de la conciencia revolucionaria de su opresión.
Las épocas son una forma humana de representar la configuración de la cultura, el ámbito de los valores, la diversidad de sus contraposiciones, los signos de los cuales se apropia, las formas de calidad representativa de cada creación que se engendra en la complejidad de las tensiones sociales y humanas.
Hace días vengo analizando sobre cómo se puede llegar a ser un hombre total y he concluido con lo siguiente: Esfuerzo, voluntad y sobre todo luchas constante.
Recuerdo con gran honra, lo que estudié de la vida de Prudhomme, porque nos hace comprender que el honor no puede ir del lado del brazo de la conveniencia, que la dignidad es el único sentido práctico que puede tener el honor; que la palabra es un cañón invisible y oprimir la libertad es oprimir a la palabra. Ni grandes ni fuertes pueden contra la palabra.