El hombre y el burro de la noria

<p>El hombre y el burro de la noria</p>

BONAPARTE GAUTREAUX PIÑEYRO
Al hombre que atendía el burro de la noria le tocó un papel difícil, rutinario, repetitivo. No se requería de ninguna habilidad para ejercer su oficio. Se limitaba a facilitar el trabajo del animal. El burro era uncido al equipo y daba vueltas durante largas horas para suplir el agua necesaria para la empresa.

El burro recibía una limitada cantidad de pienso y una libertad nocturna en el potrero que le permitía llegar tan lejos como el largo de la soga que lo ataba.

El personaje que atendía al burro de la noria, podía sentarse con un látigo o algo similar y a cada vuelta del animal, cuando se cansaba, cuando caminaba más lento, lo hacía recuperar el ritmo para que el flujo del agua no disminuyera.

El poeta Juan Ramón Jiménez describió con la música de sus versos y la profundidad de su palabra el pozo: El pozo, Platero, que palabra tan honda, verdinegra y fresca.

No habló de quien sacaba el agua del pozo y mucho menos se refirió a Platero, el burro de Noguer, atado al carro de la noria.

El cuidador de la noria agotaba un largo horario, en condiciones de higiene inadecuadas. Era sólo un instrumento de trabajo que el dueño del negocio o de la finca usaba para tener un suministro adecuado de agua.

La civilización sustituyó las norias por acueductos, los burros por motocicletas, bicicletas, autos, camiones. Lo que ha continuado igual, sin cambios y lo peor, sin que muchos nos demos cuenta: es que el hombre que cuidaba el burro de la noria se ha multiplicado. Ese hombre sigue atado a la noria aunque haya acueductos.

El tiempo pasa y cambian muchas cosas. A veces, parece como si nada hubiera pasado, como si se detuviera el tiempo.

La vida se convierte en una machacona repetición de desilusiones, frustraciones.

Los cambios y la civilización no siempre son para bien. De pronto despertamos con una realidad diferente: la vergüenza es un sentimiento en desuso, la solidaridad es escasa, la honradez es una muy difícil flor de invernadero, el respeto a los principios morales es una manifestación pasada de moda.

Ahora que hay pocas norias y no hay burros permitimos que nos traten como el hombre de la noria. Ese hombre continúa como objeto de la historia.

Sigue detrás del burro agitándolo, animándolo, golpeándolo para que trabaje, para que saque el agua para que el patrón engrose su fortuna, mientras él continúa olvidado, ninguneado, hambriento, necesitado.

Los dueños continúan engrosando sus fortunas mientras al pueblo se le niegan educación, salud y otros derechos fundamentales.

Mientras ellos cambian para bien, la mayoría permanece estática y sigue mal.

Hay que cambiar esa situación. Debimos comenzar ayer.

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