El horror de una guerra injustificada. Por muchas vueltas que uno le dé a la situación desatada por Rusia contra Ucrania, es difícil entender, y mucho menos justificar, la agresión de este poderoso país contra una nación indefensa cuyo pecado aparente fue intentar integrarse a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN).

Las imágenes de la incursión rusa en territorio ucraniano con sus poderosos tanques de guerra y bombardeos contra objetivos civiles y militares sacuden la conciencia mundial al mostrar la destrucción de edificios, vehículos y cuerpos de civiles, mujeres y niños asesinados y tirados en las calles.

Y lo peor del caso es que las medidas económicas y de otra índole impuestas contra Rusia por EE.UU. y la mayor parte de los países de Europa, lejos de hacer reflexionar e influir en el presidente Vladimir Putin para un cese al fuego, lo han envalentonado al grado de amenazar con el uso de armas nucleares.

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Con sus bravuconadas, Putin ha logrado mantener alejados de la contienda a los países que como los EE.UU y las principales naciones de Europa se han limitado a ofrecer apoyo económico a Ucrania cuyo presidente ha llegado, en su desesperación, a quejarse de que lo han dejado solo.
Muy triste espectáculo para la humanidad.