La realidad social y la política caricaturesca de nuestro país, ofrece un universo de posibilidades para la acción dramática. Sin embargo, producto de esta sociedad light que nos arropa, el teatro, como espejo de su tiempo, ha devenido en gran medida hacia una comedia trivial, morbosamente sexual, que no responde siquiera a la bien estructurada comedia burguesa de evasión.
Desde las sátiras políticas de Franklyn Domínguez, escrita hace más de treinta años, como aquella Colón, agua y apagón, vigente hoy, poco se ha visto en ese tenor. La obra La Doña y su Senador, presentada en el Teatro Guloya, inspirada en la campaña proselitista de una aspirante a diputada y otro a senador, con un tercer personaje, un tanto ambiguo, carece de estructura dramática, el discurso textual en tono de sátira, una amalgama de acotaciones y anécdotas posiblemente de los propios actuantes y allegados, acercan la pieza al sainete burlesco de corta duración, sin intensión intelectual, cuyo propósito es relajar y divertir al público, cometido este, totalmente logrado. Los personajes, interaccionan con el público, sus posibles electores, a los que tratan de seducir.
Cada parlamento encierra una ironía, a veces cargados de fino humor, y en esa misma medida responde el espectador. La doña -Patricia Muñoz-, logra proyectar el personaje, hay gracia en su accionar y en el manejo de la voz. Por su parte José Manuel Rodríguez -el senador- con marcado histrionismo, se pavonea en la escena, no hay límites para él, la televisión o las tablas, conforman su hábitat.
El tercer personaje, Temístocles, interpretado por Félix Melián, consigue cohesionarse. El slogan del senador El que arregla un carro público arregla el país, resulta chispeante e imaginativo. El colofón pretendía darle cierta profundidad a la pieza, cuando a manera de reflexión, Temístocles señala un tanto perplejo: No podemos ser indiferente a lo que sucede en nuestra sociedad.
Zoom
Algo más
Temístocles
Luego de la pose de moralista, este personaje encarnado por Félix Melián se convierte en uno más, en busca de lo suyo.
La obra apuesta al humor que como decía Miguel Mihura, es una pluma de perdiz en el sombrero, lo mejor para pasar las tardes.