Desde hace más de una década, los economistas publican regularmente estudios prospectivos para evaluar el impacto de la IA.
Las cifras que han arrojado son muy cambiantes, pero hay dos constantes: la inteligencia artificial destruirá empleo y será buena para el crecimiento.
Sin embargo, estas hipótesis están lejos de confirmarse hasta la fecha. El más reciente de estos estudios, la nota publicada el pasado mes de marzo por Goldman Sachs, causó revuelo porque, una vez más, es a la vez catastrófico para el mercado laboral, al predecir la desaparición potencial de 300 millones de empleos, y un salto para el crecimiento, que se vería impulsado en un 7% gracias a este avance tecnológico.
¿Es la hipótesis de Goldman Sachs que menos trabajo es un requisito previo para más crecimiento?
Empleo y crecimiento van de la mano: es a través de las ganancias de productividad como ganamos puntos de PIB. Pero los aumentos de productividad se consiguen gastando menos, en mano de obra entre otras cosas.
Menos trabajo humano significa menos salarios que pagar y, por tanto, beneficios más jugosos. Más inteligencia artificial es también la fantasía de fábricas funcionando sin parar. ¿Por qué no imaginar un crecimiento infinito con robots que sustituyan a hombres y mujeres gracias a esta inteligencia artificial generativa?
Esta profecía, favorable a los balances de las empresas capaces de invertir en IA, también podría alimentar el aumento de las desigualdades, de modo que el crecimiento no sea muy compartido.
La historia nos enseña que las revoluciones técnicas siempre empiezan destruyendo empleos
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Precisamente por eso resultan tan aterradoras para quienes se ven afectados por ellas, como la revuelta de los canuts (trabajadores de la seda) de Lyon contra los telares en 1831.
Pero se trata de un proceso que se extiende a lo largo de décadas y que no cesa de remodelar el mercado laboral y el perfil de los asalariados. Una revolución tecnológica también crea nuevos empleos y mejora los existentes.
Por ejemplo, se espera mucho de la IA en el sector sanitario, donde la necesidad de personal para atender al envejecimiento de la población va a dispararse. Esto no significa que se descalifiquen los empleos existentes.
En los dos últimos siglos, el salario medio se ha multiplicado por diez, porque la capacidad de un trabajador ha aumentado gracias a la aportación de las nuevas tecnologías.
El primer estudio serio sobre IA y empleo data de 2013 y pronosticaba la desaparición del 47% de los empleos estadounidenses para 2023. Estamos en 2023 y el mercado laboral está muy vital al otro lado del Atlántico.
La metamorfosis del trabajo constantemente renovada por las nuevas tecnologías no significa necesariamente la desaparición pura y simple de los empleos: el 60% de las profesiones que se ejercen hoy en Estados Unidos aún no existían en la década de 1940.
¿Hay que relativizar el impacto en el crecimiento?
La experiencia reciente de Internet es edificante: entre 1995 y 2000, el valor del Nasdaq, el mercado estadounidense de valores tecnológicos, se quintuplicó porque la gente creía en su poder para generar crecimiento.
Pero la burbuja de Internet acabó estallando y, desde la década de 2000, el crecimiento y la productividad han seguido siendo débiles en las llamadas economías avanzadas, donde Internet se ha hecho omnipresente.
En el siglo XIX hubo la misma euforia por el ferrocarril. Sin embargo, tardó décadas en generar un fuerte crecimiento.
El tiempo que tardó en construirse la infraestructura. Y el tiempo que tardó en surgir otro motor clave del crecimiento de la época: la explosión del comercio. No es sólo la revolución de la IA la que remodelará el crecimiento, sino la forma en que impregne la economía. Su impacto dependerá también de las normativas actualmente en debate, que podrían frenar su desarrollo.