El mundo se encuentra ante una situación alarmante por la propagación del covid-19. Según UNCTAD el costo a la economía global supera los 50 mil millones de dólares y sigue contando y la OCDE teme que el crecimiento mundial caiga 0.5% para este año, mientras que en China, responsable del 30% del crecimiento global, se contraerá más de 1%. Es difícil todavía tener una idea de cuánta razón pueden tener y si hay sobreestimaciones y subestimaciones y en dónde. No solo la actividad económica se ha afectado en China, sino igualmente en aquellas naciones donde está propagándose la infección como Italia, Francia, Alemania, España, Irán, EEUU, Corea del Sur, Japón, Singapur, entre otros. Las bolsas están sufriendo un verdadero tsunami en todo el mundo y mientras el precio del petróleo se desploma, el del oro, refugio imprescindible en momentos de crisis, ha alcanzado su más alto nivel en 7 años.
El covid-19 no puede subestimarse ni minimizar su peligro por baja que sea su tasa de mortalidad. En algún que otro lado, y por uno u otro, se ha ignorado el llamado de la Organización Mundial de la Salud –OMS– de no politizar el tema. Desde hace unos días se informa del aumento de casos en el mundo pero seguramente usted no sabe que en China están disminuyendo; usted conoce que en China ha habido más de 80 mil casos, pero no ha oído que más de la mitad han superado la infección y están curados. Escuchó que China “violó” los derechos de millones en cuarentena pero se empieza a enterar de que donde la epidemia crece se está haciendo lo mismo porque es lo imprescindible para contener un virus de baja mortalidad pero alta propagación. Resulta que ahora las agencias y medios internacionales recomiendan aprender de la experiencia China. Cuarenta mil médicos y personal de salud han acudido a Wuhan a apoyar a sus colegas en lucha frontal contra la epidemia. Esa solidaridad podría encontrarse en otros lugares pero el hecho de que Beijing haga gratis las pruebas de contagio, el tratamiento y el internamiento está fuera del alcance de muchos por ricos que sean. En EEUU las pruebas cuestan 3 mil dólares por lo que muchos no tendrán acceso. En el anterior artículo alertaba que los 2500 millones destinados en ese país para la contención, en pocas horas dije, con seguridad, resultarían insuficientes; van por más de 10 mil millones. A China se le acusó de poca “trasparencia” pero ahora se acusa a varios países, incluido Japón, de no estar diciendo la verdad. Cierto o no se alegará que lo hacen para evitar el pánico pero en el caso de China, si fue cierto, alegarán “maldad”. En EEUU, donde es difícil engañar a los medios, aunque las instituciones lo pretendan, hay un comportamiento “anormal” con una tasa de mortalidad muy superior al 10% de los infectados. O raro o algo que no juega. Todo sobre China hay que leerlo muy críticamente porque suenan “verdades alternativas”. No es defender a ultranza, pero hay que preguntarse ¿Por qué estigmatizarla?
Lo cierto es que el mundo está sufriendo pérdidas humanas y terribles consecuencias económicas.