El impredecible futuro de la economía mundial

<STRONG>El impredecible futuro de la economía mundial</STRONG>

BBC Mundo. Una somera búsqueda en Google de «economía mundial» produce desde hace semanas un resultado desconcertante.

De Estados Unidos a Australia se encuentran medios de comunicación de todo color y tendencia que opinan alternativamente que la economía global sigue cayendo, que está recuperándose o que se encuentra estancada.

La última buena noticia que sostienen los titulares más optimistas es que la producción manufacturera de China creció en noviembre por segundo mes consecutivo y que el optimismo de los consumidores estadounidenses y hasta el precio de sus casas está en alza.

En junio eran todas sombras en el panorama económico global, con predicciones de un aterrizaje forzoso chino que arrastraría a Asia, América Latina y, por supuesto, al mundo industrializado.

 Una alarma similar causaron en esa época los decepcionantes datos del mercado laboral estadounidense, en plena campaña para las elecciones presidenciales de noviembre.

¿Está unos meses más tarde el vaso medio lleno? ¿O el optimismo de algunos titulares simplemente refleja la ansiedad y la desesperación por una buena noticia?

Kevin Dunning, analista de economía global de la Economist Intelligence Unit (Unidad de Inteligencia de la revista británica The Economist) ve razones para un moderado optimismo.

«Estamos viendo una mejora, aunque lenta. A mediados de año se vio una caída en la economía global, en especial en países emergentes como China, India y Brasil. Pero hay un repunte en marcha que va a continuar el año próximo.

No va ser una recuperación como en 2010, pero creemos que la economía va a crecer a un nivel más sostenido que este año», le dice Dunning a BBC Mundo.

Crisis y resurrección.  La actual crisis comenzó con la contracción crediticia de 2007 y el estallido de Lehman Brothers de 2008 y no ha terminado aún.

 La recuperación de 2010, con un crecimiento global del 5% y tan exaltada en su momento, resultó un mero paréntesis.

La crisis de la deuda soberana y la debilidad del sistema financiero internacional mostraron que los problemas tenían que ver con profundos desequilibrios del modelo económico global.

«En Estados Unidos hubo un declive del salario real que hizo que el consumo se financiara con el crédito y la burbuja inmobiliaria.

 Uno de los efectos de esto es que China tenía un creciente superávit y Estados Unidos un creciente déficit», le comenta a BBC Mundo Ismail Erturk, profesor de finanzas de la Manchester Business School.

«Lo mismo sucedió con la eurozona: los países del norte exportaban, los del sur importaban a crédito. Hay una gran liquidez que no fluye hacia la economía real».

«Este exceso de liquidez sirvió para crear burbujas. Los bancos alemanes les prestaban a los de Portugal y España, que a su vez les prestaban a sus consumidores», añade Erturk.

Para evitar que esto se repita, los ministros de Finanzas de la Unión Europea llegaron a un acuerdo para supervisar los bancos de la eurozona, una tarea que le será asignada al Banco Central Europeo (BCE).

Cerca de 200 entidades serán examinadas bajo la lupa del BCE, que tendrá el poder de intervenirlos a la primera señal de problemas.

Visiones contrapuestas. Con todo, persiste el desacuerdo entre los académicos y los comentaristas sobre las razones de fondo detrás de esta crisis.

Una visión de izquierda coloca su origen en la eliminación de controles financieros de la década de los años 80, que transformó al mundo en un gigantesco casino, y en la creciente desigualdad que terminó en un insostenible endeudamiento personal.

Una visión de derecha pone el acento en el intervencionismo de los bancos centrales, que mantuvieron las tasas de interés artificialmente bajas para sostener la actividad económica, y la existencia de un igualmente insostenible Estado benefactor en los países centrales, causa que consideran fundamental para la crisis de la deuda soberana.

En un punto izquierda y derecha coinciden. No se trata de una crisis coyuntural, sino estructural: tomará mucho tiempo enderezarla.

Desde esta perspectiva es irrelevante si hubo un repunte de la producción manufacturera china o del consumo estadounidense, o si la crisis de la eurozona muestra señales de mejoría: tenemos por delante una década de cambios, reajustes y graves dificultades.

El vaso medio lleno. El capitalismo ha mostrado más de una vez su poder de recuperación. El crack de 1929 es un caso. Las crisis petroleras de los 70, otro. Los ejemplos abundan.

Los fuertes desequilibrios mundiales han comenzado a subsanarse. China se ha planteado como objetivo para la presente década la transición de una economía basada en la exportación a una más centrada en el consumo.

Este cambio que no se logra de la noche a la mañana va a ayudar a rebalancear el desequilibrio comercial con Estados Unidos.

A pesar de las quejas estadounidenses, las autoridades chinas han permitido una lenta apreciación del yuan que contribuye al mismo objetivo.

En la Unión Europea, países del sur como España y Portugal, que tenían un déficit de cuenta corriente del 10% antes de la crisis, se acercan hoy a un 0% gracias a una disminución de las importaciones debido a la recesión y a un aumento de las exportaciones.

 El volumen de comercio económico mundial ha aumentado un 3%. En medio del discurso de la austeridad, muchos países han aplicado medidas de estímulo económico como la impresión de dinero electrónico en Estados Unidos y Reino Unido, un plan de masiva inversión fiscal en China y Japón o el recorte de las tasas de crédito en países emergentes (Brasil las bajó ocho veces este año).

«Estas medidas tardan un tiempo en tener un impacto concreto en la economía, pero creemos que el próximo año se harán sentir.

Una vez que salgamos del tema del abismo fiscal estadounidense, la recuperación se hará más evidente», afirma Dunning.

El Congreso de EE.UU. tiene que acordar este mes un presupuesto para 2013 que evite el mentado abismo fiscal, una combinación de aumentos impositivos y recortes del gasto tan drásticos que supondrían el fin de toda recuperación de la mayor economía del mundo.

Pero aún si se logra evitar este precipicio y se cumplen las proyecciones de los optimistas del vaso medio lleno, hay suficientes talones de Aquiles (de la posible cesación de pagos y la inestabilidad político-social de países de la eurozona a una debacle de instituciones financieras) como para cruzar las piernas en posición de loto y mantener sobre la marcha de la economía global el sabio silencio que guardó el Buda cuando le preguntaron sobre la existencia de Dios

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