El inconsciente de Angelita Trujillo

El inconsciente de Angelita Trujillo

Quien revisa su hoja de vida, reflexiona sobre el valor y el coraje de vivir sin ser infiel a su conciencia. Piense, ¿Qué sabor deja engañar a la conciencia, al del lado, al del frente, al alma y al cuerpo? Vuelva a reflexionar, ¿Qué nos motiva al cinismo social, al auto-engaño espiritual o a la ausencia de resaca moral?

En cada palabra, cada gesto, cada mirada, cada silencio y cada vez que, irrumpía en llanto frente Alicia Ortega, Angelita reflejaba una falta de congruencia entre sus emociones, su pensamiento y su estado de ánimo. Su pensamiento era lento, su lenguaje de tono bajo y de curso lento, con un afecto labial y un estado de ánimo decaído.

El discurso ante las preguntas era incoherente e inconsistente, con pobreza de argumentos, cargado de negación. No tenía conocimiento de las torturas, crímenes, acoso sexual, violaciones y secuestros en 31 años de dictadura de su padre Rafael Leonidas Trujillo Molina. Más bien, respondía con negativas o proyección “era un hombre bueno, le hizo mucho bien al país”.

Angelita evacua una angustia y un enojo que explica en el consciente de un libro escrito por otro, por el ¡hasta tu Brutus! en la estocada que recibiera el emperador Julio César.

Así lo explica su falta de objetividad, su pobre capacidad en la asociación de las ideas y su pobre capacidad mental en poder discriminar la propia socialización de la dictadura, sus hechos y la relación consigo misma.

¿Por qué el libro ahora, Angelita? decir la verdad -respondía-que se conozca únicamente la verdad, a mi padre le inventaron muchas mentiras, era buena persona y volvía a irrumpir en llanto.

Angelita se proyectaba en un padre bueno, amoroso, afectivo con ella y sus hermanos. En ese momento decía la verdad, con ella fue un progenitor permisivo de poco control y de mucha calidez, donde existían pocas restricciones a las necesidades del deseo, cariño y confort, de donde se crean la vanidad, el yo hipertrofiado, la simbolización y la magnificación del ser: Angelita I, etcétera. Mientras, por el otro lado, la ambivalencia, el padre autoritario que impone el modelo y el criterio a través de la fuerza, la imposición, la coerción o la compra de los afectos. He ahí la disfuncionabilidad, la patología del padre Trujillo, no conocido, no digerido, ni asimilado en sus propios vínculos.

Angelita no podía entender que lo que hacemos termina con lo que somos y la perdurabilidad de lo que somos depende del sentido de utilidad y de trascendencia en crear procesos que ayuden a desarrollar personas sanas y dignas, con voluntad y espiritualidad de donde se reproduce el ser social y el ser moral.

Angelita creyó en las propuestas de sus amigos. 50 años después, en un pueblo de memoria corta y de luz corta, donde se cambia el rostro, las ideas y las palabras y se práctica el pragmatismo; solamente hay que jugársela.

Pero se olvidaron de que el que vive de su inconsciente funciona a través de sus defensas: negación, proyección, racionalización, victimización, etcéteras. Para negarse así mismo se entretiene, se distrae, evita encontrarse con su pasado.

Angelita, ser consciente es un grado superior de madurez, de vivir y de existir para ser conscientemente mejores seres humanos. Vivir con la armonía interna y el gozo externo de socializar los mandatos de la conciencia.

 El enojo, la rabia, la culpa, el resentimiento, son emociones negativas que explican el estar dolido y no olvidar.

Antes de “Tu libro”, era más sabio y más humano pedir perdón; perdón por los daños, perdón por el sufrimiento y el dolor, perdón por la corrupción y el crimen, por las torturas, por las humillaciones, por enrostrar a los demás que fuiste diferente y desigual.

Sé que tienes décadas practicando la fe. Te acercaste a Dios, pero no a través de las buenas acciones.

Tú, Angelita, al igual que todos, no elegiste a tú padre. Aún vives con la pena muda, con el dolor visceral que sale expresado a través de tu depresión de años. La palabra sana, cuando el inconsciente habla de forma libre y sin ocultarle nada al alma. Sólo así se llega a la condición humana: ser persona.

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