El infierno es poco

<p>El infierno es poco</p>

Al abandonar el mundo de los vivos, Augusto Pinochet Ugarte arrastra consigo tanta maldad que podría desbordar la capacidad del mismo infierno en que, por merecimiento, deberá arder por los siglos de los siglos.

Este instrumento siniestro, hecho a imagen y semejanza de Washington en tiempos de la Guerra Fría, cortó de raíz el ensayo socialista que los chilenos iniciaron en noviembre de 1970 con la elección de Salvador Allende Gossens, candidato de la Unidad Popular que venció a Jorge Alessandri y Radomiro Tomic.

A partir del cruento derrocamiento de Allende, el 11 de septiembre de 1973, por parte de fuerzas militares encabezadas por Pinochet Ugarte, la vida de Chile navegó en un río de sangre y opresión, de violaciones brutales a los derechos humanos, de crimen político.

En 17 años que gobernó Pinochet Ugarte, hubo un repunte innegable de la economía, y Chile fue por mucho tiempo el punto de referencia en cuanto a bonanza económica. Hasta la oposición política reconoce ese logro. Sin embargo, todos están conscientes de que ni siquiera esa circunstancia compensa el dolor provocado por más de 30,000 asesinatos, desapariciones y prisión política paridas por la intolerancia del régimen.

Augusto Pinochet ejerció la crueldad con tanta asiduidad que nunca fue capaz de exhibir una pizca de sentimiento humanitario. Su cerebro no concibió jamás nada que estuviera exento de daño y maldad, de intolerancia extrema, de irrespeto a los derechos humanos.

-II-

Su maldad no se contuvo en las fronteras chilenas.

La maquinaria del crimen que desarrolló, la temible DINA, perseguía a los opositores al régimen de Pinochet donde quiera que estuviesen.

Fue esta policía política la que asesinó en Washington, el 21 de septiembre de 1976, a Orlando Letelier, quien fuera canciller durante el gobierno de Allende.

Pero no solo fueron crímenes de sangre los que cometió Pinochet durante su ejercicio despiadado del poder.

Este instrumento de la maldad acumuló grandes riquezas, económicas y en bienes, que robó a los chilenos durante su paso por el poder.

El proceso judicial que se le ha seguido no sólo ha logrado desentrañar las barbaridades de la famosa Operación Condor, desplegada por la DINA, sino que ha localizado cuentas bancarias de Pinochet fuera de territorio chileno.

En el caso de este hombre, cuya maldad no tiene par, la muerte viene a ser una especie de indulto.

Es una verdadera lástima que no pagara en vida, como merecía, por todo lo malo que hizo a un pueblo noble y esforzado, solidario y afable, culto y progresista como es el chileno.

De cualquier manera, la justicia chilena debería continuar sus procedimientos y aunque no logre resarcir al pueblo chileno por todo lo malo que el régimen de este personaje siniestro ha ocasionado, por lo menos recuperará para este noble país al menos parte de los bienes que le fueron sustraídos.

Quizás alguna vez los hacedores de estos monstruos mediten sobre el daño que causan a los pueblos. El infierno le quedará chico a Pinochet y su maldad.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas