El infinito laberinto del PRD

El infinito laberinto del PRD

CÉSAR PÉREZ
La reciente reunión del la facción que encabeza Hipólito Mejía dentro del Partido Revolucionario Dominicano, PRD, donde se cambió el nombre del PPH por el de «corriente institucional», constituye una grosera respuesta al sentimiento mayoritario en la base de esa colectividad, que a través de una encuesta expresó su rechazo al grupismo y al gobierno que este presidió además de su deseo de institucionalidad en ese partido.

Es también un desafío a los otros jefes de tendencias, que si no lo enfrentan con determinación se convertirán, ellos también, en los sepultureros de esa organización.

A pesar de que esa colectividad política nos ha acostumbrado a que casi nada de lo que ella acontezca (para bien o para mal) pueda provocar sorpresa, uno no deja de maravillarse de la incapacidad de tanta gente de talento y respeto que tiene ese partido, de articular sus posiciones y canalizar el deseo de cambio y de práctica política decente presente en la mayoría de militantes de todos los grupos sociales que lo integran.

Nunca como ahora los sectores no comprometidos con los grupos, con independencia de criterios y legitimidad dentro y fuera de esa organización, habían tenido una coyuntura tan favorable para tratar de articular la voluntad de cambio y de penalización a los jefes de grupos que han llevado a ese partido a la situación de crisis que vive actualmente. Todos los grandes jefes de tendencias o de facciones están debilitados, pues todos son responsables de esa crisis, independientemente de las justas gradaciones que se deben establecer.

Sin embargo, esa debilidad es directamente proporcional a la fortaleza de la cultura del grupismo en ese partido, cultura esta que es alimentada por las ventajas materiales que por variadas fuentes obtienen los diversos estratos que configuran las facciones, con sus excepciones, claro está. Es esa variante perversa del clientelismo y de la corrupción, generada por el grupismo de las facciones partidarias, el gran obstáculo que impide que personalidades como Ivelisse Prats, Hugo Tolentino, Tirso Mejía-Ricart, Virgilio Bello Rosa y otros dirigentes con esas y otras cualidades puedan articular un movimiento renovador al interior del PRD.

El clientelismo ha calado tan profundamente en los tres grandes partidos del sistema político de este país, con sus naturales gradaciones en cada uno de ellos, que se ha constituido en el germen de sus divisiones y de la muerte de toda referencia ideal que tuvieron en sus momentos, con carácter irreversible. Quienes pretendan recoser la unidad en aquellos partidos sólo sobre la base de una vuelta a las concepciones ideológicas de las cuales partieron a las que se adscribieron están definitivamente equivocados.

A los líderes y dirigentes históricos de los partidos que viven esa experiencia, no les son suficientes sus grandes atributos personales y políticas para intentar grandes cambios en las estructuras organizativas y nuevas propuestas en esas colectividades, sólo les queda como alternativa la utilización de su ascendencia en toda la militancia para promover a nuevas figuras que encarnen los nuevos tiempos y nuevas propuestas.

Es la subjetividad que provoca el cambio generacional en la conducción de los partidos la que hace posible la emergencia de los sedimentos de luchas pasadas y las referencias ideales de estos. El papel de los liderazgos que han mantenidos apegados a esos valores es saber darse cuenta de la necesidad de esos cambios y de identificar los dirigentes de la nueva generación capaces de impulsarlos con un discurso cónsono con las referencias ideales de su colectividad política. A pesar de las vicisitudes y lo intrincado del laberinto que las luchas de facciones han construido en el PRD, ese cambio se puede producir.

Sin embargo, hasta el momento no se vislumbra una clara señal que indique el final de ese laberinto. Todo lo contrario, el instinto de conservación como facción organizada de la más dañina de las facciones de ese partido, la del PPH, para que proteger a sus integrantes de la acción de la justicia y la idea de algunas de algunos jefes más representativos del estilo hacer política de puro corte clientelar de que pueden lograr la anhelada nominación presidencial por ese partido, se constituyen en verdaderos obstáculos para que esa organización salga del limbo político en que se encuentra.

A pesar de todo eso, se debe poner atención al hecho de que algunos jefes de grupo, específicamente Milagros Ortiz, en determinadas declaraciones a la prensa han dado señales de entender la necesidad de trabajar por la recomposición de ese partido desde la perspectiva de la creación de otro liderazgo, a pesar de que no pocos dirigentes de las nuevas generaciones están igualmente perneados por la cultura clientelar, pero es una señal que todavía no ha sido profundizada con propuestas concretas en ese sentido.

Si esas señales o tímida iniciativa no se desarrollan y si a ella no se adhieren aquellos dirigentes históricos que se han mantenido al margen de las facciones, además de quienes puedan encarnar ese nuevo liderazgo, el PPH y su mentor, junto a otros jefes de facciones, en breve tiempo sepultarán definitivamente al PRD.

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