El informe de Amnistía Internacional

El informe de Amnistía Internacional

En nuestro país siempre vuelve la mula al trigo.  Las discusiones son cíclicas y, la mayor parte de las veces, entre sordos.  Por eso no es de extrañar la reacción casi alérgica que han causado las obviedades del informe de Amnistía Internacional sobre la violencia policial.

Quien se tome la molestia de leerlo podrá comprobar que en el referido informe no se dice nada que no sepamos de sobra.  En todo caso, lo que se hace es sistematizarlo y contextualizarlo (lo que de por sí es un gran aporte).  Por eso irrita que se recurra nuevamente a la solución mágica a todos los problemas del país: tapar el sol con un dedo.  O peor, que se justifique la violencia policial, como en el caso del senador Wilton Guerrero quien afirmó que si el jefe de la Policía fuera él habría más muertos y que aplicaría la “ley de fuga”.

Este tipo de declaraciones dejan en evidencia la causa de nuestra incapacidad colectiva para superar nuestras deficiencias: no aceptamos la crítica –por bien fundada que esté- y, además, confundimos las acciones brutales con la efectividad.  Por eso es que persistimos en defender el sistema policial actual a pesar de toda la evidencia que demuestra su inefectividad para proveer seguridad ciudadana.

En algún momento tendremos que dejarnos de responder al problema con los tópicos usuales.  Se nos empieza a hacer tarde para reaccionar creando una Policía efectiva, eficaz y democrática.  Pero para eso hay que escuchar críticas y, además, tomar en cuenta las soluciones que esas voces proponen.

Ante el colapso del modelo de seguridad imperante en el país, informes como el de Amnistía Internacional son herramientas útiles para encaminar el necesario proceso de reforma.  Es imposible por razones de espacio dar una explicación detallada de lo propuesto por Amnistía Internacional, pero es importante destacar algunas de sus recomendaciones.

Entre otras cosas, Amnistía recomienda llevar a cabo una reforma policial que la convierta en un cuerpo democrático y respetuoso de los derechos fundamentales.  Para ello no basta con cambiar las órdenes que reciben los policías.  Se reconoce la importancia que tienen las condiciones (terribles en la actualidad) en las que los agentes policiales llevan a cabo su trabajo.  No se puede esperar que actúen respetando a los demás los miembros de un cuerpo que deshumaniza a quienes lo componen.  No es posible ni aceptable que el salario de un policía sea un salario de hambre que le obliga a mil y unas maniobras lícitas e ilícitas para sostenerse económicamente.

Propone también el fortalecimiento de los mecanismos de control civil sobre la Policía Nacional.  En un sistema constitucional donde las autoridades civiles tienen primacía sobre las policiales esto es un punto aparentemente incuestionable.  Mas no en República Dominicana donde, a pesar del registro histórico, todavía confiamos en que los militares o los paramilitares nos salven de nosotros mismos.

Finalmente me quiero referir a la recomendación que considero más importante: la investigación exhaustiva de las denuncias de brutalidad policial.  La razón es simple, creo que el sol es el mejor de los desinfectantes y que, por lo tanto, es un excelente elemento disuasivo contra el abuso.  Saber que las denuncias serán investigadas es un incentivo importante para el buen comportamiento y el autocontrol de cualquier funcionario público en el ejercicio de sus funciones.

Como ya dije, no resumiré aquí el informe de Amnistía Internacional.  Exhorto a los lectores a que lo busquen, lean y saquen sus propias conclusiones.  Es un trabajo serio, profundo y con propuestas de solución.  Es hora de dejar de tirar piedras a quien dice una verdad obvia.  Hasta que no dejemos de hacerlo no afrontaremos el problema y los dominicanos seguiremos sin tener la Policía que nos merecemos.

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