No es posible entender lo que somos, sin estudiar y comprender el rol histórico del ingenio en la formación de la sociedad en lo político, económico y poblacional. Solo por ese motivo se justifica recordar su micro-mundo. Lo hice con el Cristóbal Colón al inicio de la zafra, destaqué su consistencia, fue y sigue siendo un reto gerencial bregar con su economía cañera, fabril y comercialización del dulce, sin olvidar los altos requerimientos financieros.
Cuando se destacan detalles, deben airearse, lo hizo el Cae, dueño del Cristóbal Colón. Terminó la zafra, fue evaluada y premiada con distinción internacional. Aumentó en casi ochenta por ciento el área agrícola, de 19,296 a 34,460 hectáreas, el volumen de caña, de 630,000 a 1,130,000 toneladas, y en un poco más, ochenta y ocho por ciento, el volumen de azúcar. Calculé e hice comparaciones, el rendimiento de su agricultura cañera no está a la zaga de productores del área del Caribe. No extraña, no solo por la reconocida fertilidad de los suelos de San Pedro de Macorís, sino porque es parte de la historia de la industria irrigar, fertilizar, usar variedades de caña y preparar tierras con máquinas.
Para una mejor comprensión de porqué es importante el certificado de referencia, comparto lo siguiente. La zafra depende del mercado internacional del dulce, cambiante por múltiples factores. La caña se siembra por primera vez en La Isabela y en la América Española, cuando Colón llegó de su segundo viaje en 1493. Aunque nadie sabe el destino de la cosecha, en la Concepción de la Vega y en 1501, se usaron los esquejes para producir la materia prima inicial de la industria en su primera etapa. El azúcar comercial desapareció por problemas de mercado cien años después.
Se reinició para auto-consumo, principalmente, a final siglo XVII. En la década de 1870, con capital de inmigrantes cubanos, que dejaron atrás la situación que se había creado en Cuba, con motivo de la guerra de Independencia de España de 1868 a 1878, y con préstamos externos, se financian trapiches, ingenios y centrales, para iniciarse la segunda etapa del desarrollo azucarero con tecnología importada de Estados Unidos, Inglaterra y Francia. Proceso al que se incorporan y hacen grandes aportes Juan Bautista Vicini, apellidos como Hernández, Heredia y Ureña, y el puertorriqueño Serrallés, y se extiende hasta que Trujillo asume el poder en 1930.
En la segunda etapa se separa la agricultura de la manufactura del dulce, logrando la industria un nivel de rendimiento físico (volumen de caña por área cultivada) de la agricultura cañera comparable con Cuba, incluyendo el indicador eficiencia productiva de la caña molida. La nuestra era una industria competitiva, lo que también caracterizó el Ingenio Cristóbal Colón, capitalizado con $500 mil pesos oro americano en la década de los veinte del siglo XX, rentable para sus accionistas, la familia Vicini, Enrique Henríquez, G. Mansfield, Mercedes Calabrese y otros.
Resultados operaciones que en parte explican cuestiones históricas. Por ejemplo, ¿cómo fue que superó ciclos deflacionarios recurrentes por sobre oferta de azúcar en el mercado mundial y/o caída del consumo?. Y ¿cómo pudo sobrevivir la etapa (forzada por Trujillo) de estatización de la industria?. Las respuestas históricas deben contarse aparte. Mientras, enhorabuena la certificación.