El inicio de la felicidad

El inicio de la felicidad

“Ningún idioma puede expresar el poder, belleza
y heroísmo del amor de una madre”.
Edwin Chapin

Tras cada historia está siempre la madre, ya que ella es el comienzo de todo lo que vivimos. Desde la antigua Grecia se utilizaba un día de celebración para honrar a la madre de Zeus, Hades y Poseidón. Los romanos también tenían esta práctica y la llamaban Hilaria. Más tarde, los católicos siguieron la tradición para honrar a la Virgen María. En nuestros días, el mes de mayo muchos países honran a la madre.

Cuando no tenemos la claridad de que venimos de lo sagrado, estamos perdidos. Mientras más incorporado tengamos que venimos de papá y mamá, más profunda será nuestra conexión con la vida. El camino de la felicidad se interrumpe cuando perdemos el contacto con los padres, especialmente, con la madre.

La escritora y dramaturga británica Agatha Christie escribió: “No hay nada como el amor de una madre hacia sus hijos”. La vida empieza siendo uno con la madre. En su vientre el hijo ni siquiera alcanza a experimentar una falta de algo, todo lo necesario estaba disponible aún antes de requerirlo. La felicidad empieza con la madre y se mantiene en la relación sana con ella.

Como adultos, podemos reconocer que todo lo que recibimos de la madre fue suficiente para llegar a la vida. Ella es más que un simple vehículo. La mayoría de las veces, la relación con la madre se bloquea porque los hijos tienen expectativas con respecto a ella que sobrepasan lo que un ser humano puede entregar.

Si la madre ideal fuera real, el hijo no se desarrollaría, no sería capaz de vivir. Crecemos gracias a que los padres tienen errores. La relación de alguien que lleva en su corazón a la madre se puede ver enseguida, ¡brilla! Es alguien que tiene una expresión de alegría, es seguido y amado por otros.

Bert Hellinger dice que nosotros recibimos la vida de una forma pasiva, ya que la madre nos brindó todo. Este tomar es inconsciente, fue un acto de supervivencia. Dejar de tomar lo que requerimos para vivir como un acto pasivo inconsciente de un niño, para pasar a tomar activamente por un acto consciente de una persona adulta, nos puede tomar mucho tiempo.

La poetisa estadounidense Emily Dickinson dijo: “Una madre es alguien a quien pides ayuda cuando te metes en problemas”. Hace unos días, concerté una cita por skype con una terapeuta a la que sigo y admiro. Le comenté a unas amigas la emoción que tenía por este ciber encuentro. Me sentía dichosa de que ella me hubiera contestado y accediera a consultarme de este modo.

Cuando llegó el ansiado día, encontré un mensaje de ella diciéndome que había esperado una hora por mi, y que esperaba que no me hubiera sucedido nada malo. Por un momento, quedé desconcertada. Antes de responderle, fui a la bandeja de correos para verificar la hora acordada.

Entré a una página a calcular el cambio de hora, y me dí cuenta que la cita había pasado hacía 50 minutos.

Ella me escribió: “La hora reservada era para ti y a ti te la dediqué, aunque quizás no en la forma que imaginaste al concertarla. Ten la certeza que todo es para bien. Aunque hayas trabajado muchas de tus resistencias inconscientes, las hay que siguen ahí y se manifiestan ante cualquier intento decidido para cambiar patrones y programas. Bendice su aparición, pues te brinda la posibilidad de rescatar el tesoro que ellas custodian”.

La autora estadounidense más vendida de la primera mitad del siglo XX. Dorothy Canfield Fisher, decía que la madre es un verbo, algo que haces, no algo que eres. Si lo que me ocurrió como clienta me hubiera pasado como terapeuta, con una cita concertada por alguien, habría pensado que su “pasividad” en la cita es una forma de reclamarle algo a la madre.

Luego del incidente, analicé lo que ocurrió. En mis reflexiones llegué a darme cuenta que a pesar de mi entusiasmo, nunca me cercioré de los cálculos del cambio de hora. Simplemente, dí por sentado que yo lo sabía. La mayoría de las cosas que he vivido han llegado a mí pasivamente.

Hasta ese momento, no había constatado como seguía actuando desde la niña que toma sin saber claramente qué está tomando.

El prominente abolicionista de la esclavitud, el clérigo estadounidense Henry Ward Beecher refiriéndose a su madre dijo: “Sentí una gratitud enorme al saber que ella había estado allí, haciendo sola el trabajo”. Al hacer una revisión retrospectiva, pude ver cuántas veces dí por sentado que lo que necesitaba, deseaba o buscaba estaría ahí.

Tal como me dijo Monserrat, aunque no del modo en que lo imaginé, esta fue una de las terapias más productivas que he hecho. La frustración de haber “perdido” mi oportunidad, me permitió mirar de un modo más profundo el modo “pasivo” en que recibo.

El incidente que viví me permitió ver la relación que he sostenido con mi madre. Adicionalmente, tuve la buena fortuna de que una amiga me prestara su apartamento en la playa, y me fui de fin de semana con mi hija Chantal y con ella. Mientras estábamos en la piscina, una señora se presentó y dijo que mi madre se parecía a la suya. Nos contó que su mamá murió de neumonía a los 60 años y que la extrañaba mucho. Luego, nos pidió celebrar el día de las madres con nosotras, ya que muchos países lo estaban celebrando.

Nuestra nueva amiga se encargó de divertir a mi mamá. Le ponía canciones de su “época”, le servía bebida y comida, y la hizo reír. “quiero que se sienta feliz y especial”, le decía.
Ver la manera en que tomamos y damos nos permite tener una comprensión mas amplia de la relación que sostenemos con nuestra fuente de provisión. En la vida material, la fuente para sostener la vida fue el vientre de la madre.

Abraham Lincoln dijo:”Todo lo que soy, y espero ser, se lo debo a mi madre”. Tomar la madre de una forma consciente empieza a abrirnos los caminos hacia la prosperidad, la salud, la pareja, la creatividad, la alegría, etc. Es decir, nos empodera para tomar nuestra vida con la fuerza que se requiere. Amar a la madre tal cual es, nos vuelve felices, y así me siento.