El inmenso Juan Miguel Román

El inmenso Juan Miguel Román

FIDELIO DESPRADEL
Esta tarde, a las siete de la noche, todos y todas tenemos una cita en la calle 30 de Marzo a esquina Imbert, donde celebraremos un acto de homenaje a los combatientes que cayeron en el asalto al Palacio Nacional, el 19 de mayo de 1965, comandados por el coronel Fernández Domínguez y el Comandante Juan Miguel Román, dirigente del 14 de junio. Desde los años de 1958 al 19 de mayo de 1965 existe tan solo un espacio de seis años. Ese 19 de mayo de 1965, Juan Miguel Román, máximo dirigente militar del 14 de junio, cayó mortalmente herido cuando se aprestaba a rescatar al Coronel Fernández Domínguez, caído segundos antes ante el fuego cruzado de los soldados norteamericanos y el ejército títere, parapetado en los garajes del Palacio Nacional.

Seis años transcurrieron entre la primera militancia de Juan Miguel en el movimiento clandestino contra el tirano Trujillo, y su paso a la inmortalidad, la tarde del 19 de mayo de 1965. Desde que nos conocimos en Caracas, Venezuela (octubre 1960) en los preparativos para la lucha armada contra la fortaleza trujillista, hasta una o dos horas antes de su muerte, cuando hubimos de discutir, y disentir, en los momentos en que el Coronel Fernández Domínguez, subido en un jeep militar, arengaba a los combatientes del 14 de Junio y otros civiles no castorcitas, que habían sido escogidos para integrar una de las tres columnas del proyectado asalto el Palacio Nacional, Juan Miguel y yo compartimos todos y cada uno de los combates y avatares de aquella aguerrida militancia, que, esparcida por todos los rincones del territorio nacional, sembraron “de luz”, con su palabra y sus hechos, los sedientos territorios de la República Dominicana.

Bastaron tan sólo seis años para que Juan Miguel se creciera como pocos lo habían hecho, desde una militancia antitrujillista con un horizonte que no traspasaba la media de aquellos años, al revolucionario vertical, convencido de la justeza de la lucha por la liberación nacional y el socialismo, como lo fue aquel máximo dirigente militar y político del 14 de junio, que caía mortalmente herido en aquella tarde luctuosa.

Y lo que digo de Juan Miguel como el comandante y el dirigente vertical, lo digo de Juan Miguel el amigo, el compañero, el padre, el esposo amoroso. Porque aquellos seis años de luz hicieron en Juan Miguel lo que hicieron en el grueso del pueblo dominicano: lo transformaron, para lo mejor,  en forma radical.

¡Nunca he visto tantos hombres y mujeres llorando desconsoladamente, como aquella nubosa noche de abril, cuando se hizo evidente que Juan Miguel había caído en el combate del Palacio Nacional! ¡Nunca antes había vivido un momento así! Hombres y mujeres, curtidos en los intensos combates de aquellos días; bien conscientes de que en una Guerra Patria, como en toda revolución cuando esta es verdadera, se vive o se muere; preparados todos y todas para recibir la muerte como quien recibe algo para lo cual se había curtido moral y políticamente: todas y todos ellos, expresando con sus lágrimas que con Juan Miguel y con los demás, se le iba todo un sueño.

Hoy, cuarenta años después, la lección es evidente: cuando en cualquier rincón de la tierra se desata un proceso revolucionario, como el que se vivió en República Dominicana en los años que van desde la resistencia clandestina heroica de 1957-59 y de la Gesta de Constanza, Maimón y Estero Hondo, hasta la Guerra Patria de abril de 1965, los pueblos ponen en movimiento todos los valores de la solidaridad, el desprendimiento, el servir a los demás ante que a uno mismo, la firmeza, la capacidad de sacrificio, el deseo inmenso de aprender, y así un conjunto de los más elevados valores de la humanidad. En momentos así, hay hombres y mujeres que se crecen sobre los demás; son los arquetipos, que sirven de ejemplo a todo un pueblo. Esos son los revolucionarios de verdad; los que condensan todos los valores de los pueblos.

Eso fue lo que le pasó a mi amigo del alma y compañero de todas las luchas, Juan Miguel Román. En aquellos instantes en que en el Santo Domingo Rebelado se condensaron todos los valores de nuestro pueblo y los de los demás pueblos americanos, Juan Miguel Román, Francis Caamaño, Rafael Fernández Domínguez, Euclides Morillo, Ilio Capocci, Jean Satour y los demás, condensaron esos valores.

Y Juan Miguel, el más importante dirigentes militar del 14 de junio de aquel entonces, no solo no fue una excepción, sino que fue el que, como dice Martí, condensó los valores de muchos más. Con él, y en él, caminó la humanidad dominicana de aquel entonces.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas