El inmerecido afán por la Liga

El inmerecido afán por la Liga

Se trata de un espectáculo como para desmoralizar aún más a una sociedad que reclama a gritos (a gritos para los oídos sordos de los políticos) que los ejercicios de administración de instituciones  del Estado estén orientados a servir verdaderamente, como consecuencia de  manejos de absoluta transparencia pero también de  clara utilidad. El codicioso empeño de dirigir la Liga Municipal Dominicana no resulta, en los actuales momentos, una loable aspiración a conducir una entidad de la que pueda esperarse mucho; ni siquiera llega a merecer los casi mil  millones de pesos que recibe por vía presupuestal anualmente   en desmedro  -eso sí- de legítimos y escatimados recursos que corresponden a los ayuntamientos.

  En vez de constituir un organismo de dinámica actividad en favor de los cabildos, impartiendo entrenamientos, supervisando con idoneidad los desempeños y sacando de sus arcas recursos importantes para las soluciones de emergencias que vienen  surgiendo en los gobiernos de ciudades, la Liga  se ha quedado con el tiempo como  puro nombre, hueca   de funciones pero sirviendo de coto repleto para meras atenciones de carácter personal y necesidades de empleos para amigos y relacionados; empujando planes políticos de colorada individualidad. En vez de luchar por querer dirigir la Liga, los partidos deberían ganarse al pueblo demostrando que van a transformarla  o borrarla de la faz del país.

Cuestionamiento  que viene al caso

La reciente subasta de  relojes lujosos que en su momento fueron incautados a José David Figueroa Agosto  cumplió con algunos requisitos útiles a la transparencia pero no estaban previstas las inusitadas condiciones de quienes se propusieron adquirirlos. Vimos que con posterioridad a la adjudicación de las prendas, el procurador general de la República recomendó revertir el proceso por los temores que generan ciertos nexos de algunos compradores con personas convictas por narcotráfico.

 En efecto: debe establecerse a satisfacción la procedencia de los dineros insumidos en la compra por subasta para lo cual procede una investigación exigente y ajustada a los procedimientos de ley. La suspicacia es legítima aunque la última palabra deben decirla los investigadores. La lección es contundente. Toda futura subasta deberá estar reglamentada para garantizar, antes de que finalice, el buen origen de la plata.

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