El instante irrepetible: la mirada flotante

El instante irrepetible: la mirada flotante

POR CÉSAR A. ZAPATA
Cuentan que, en una ocasión, un intelectual de occidente visitó a un maestro del budismo zen, con el propósito de medir su sabiduría; sentados uno junto al otro iniciaron el ritual del té. El maestro le sirvió al intelectual lentamente, como si no lo hiciera, con serenidad inmutable, de manera continua, vertiendo más té a pesar de que casi empezaba a derramarse.

El intelectual, al ver la taza rebosante, exclamó: “¡se derrama; se derrama!”… Siempre calmado, el maestro se detuvo, y mirando al occidental a los ojos le dijo: “cuando tu taza esté vacía regresa”.

Esta anécdota guarda dos enseñanzas acerca del haiku: la cuestión del vacío y la cuestión del gesto.

El gesto en la tradición oriental aparece como apuntalamiento, interdicción y al mismo tiempo acabado. Es la presencia de una mirada que estuvo bastante tiempo extasiada, hasta que atrapó el instante, y la mano dejó salir el trazo con toda la carga de una reflexión, fluyendo de los mundos internos del artista hacia la creación de los mundos posibles del arte. Un instante fugaz atrapado por el trazo fino de un pincel contra un fondo blanco, en la pintura china y japonesa. Los dilatados silencios de la música, en la misma tradición. La mano del maestro del teatro Noh se levanta. Matsuo Basho escribe tres líneas. El haiku reposa en la visión minimalista.

La serenidad del instante, la reflexión acerca de la naturaleza, son elementos que podrían definir la estrategia que subyace en todo texto de haiku. Para Rodríguez Izquierdo, el haiku Japonés se define por su brevedad, por ser “enteramente imagen, impacto de un momento sentido”. Mientras, para Octavio Paz es “no sólo poesía escrita –o más exactamente, dibujada– sino poesía vivida, experiencia poética recreada”. Con el concepto “recrear”, nos sugiere el maestro mexicano que el poeta traduce de la naturaleza el poema ya creado por ella.

Son estos los secretos revelados por la búsqueda incansable de Alexis Gómez Rosa, explorador de múltiples variantes poéticas. En el libro que él acaba de presentar supo sentarse en mosso, tomar el té con el maestro lenguaje y esperar que algo sencillo ocurriera, para ver detrás del acto simple de la naturaleza, la magia de que nada ocurre excepto la armonía.

Al través del haiku la escritura quiere hacer ver y sentir el núcleo de esta experiencia poética: el Satori. La quietud del vacío, la nada que en el acto de ser está siendo.

Pero es el extrañamiento, la reflexión instantánea, en fin, el gesto hecho con palabras lo que asombra en la poesía haiku –y que Alexis Gómez ha sabido capturar en su esencia-, como un relámpago que alumbra por un instante una flor, o una mariposa que decora una piedra y luego vuela. El trazo, siempre el trazo, nos recuerda el mantra que hace vibrar el universo con sólo prolongar una sílaba.

El haiku es concentración, estado implosivo, búsqueda de la esencia, encuentro de un sentido único sugerido en la naturaleza, pero espiritual. Allí podemos intuir la estética del silencio, el mauna de los yoghis, el vacío del budismo, el Dasein.

Aunque esta tradición surge en una lengua-cultura específica, los poetas occidentales, Alexis entre ellos, han sabido buscar, más allá de las diecisiete sílabas que lo estructuran, los elementos esenciales que son sólo revelables al ojo sensible del artista que dialoga con variadas formas del decir. Desde esta perspectiva el haiku en occidente es siempre intertextualidad. Tablada lo evidencia cuando transita por el haikai más primitivo, el tanka y el haiku, desde una línea paradigmática más que sintagmática, sabiendo que el concepto de sílaba, así como el ordenamiento de la oración, en el lenguaje japonés, son intraducibles a una lengua occidental. Pero el sentido esencial de armonía y consubstanciación entre lo visto y el que ve, así como la breve máxima filosófica que encierran las diecisiete sílabas en conjunción entre la reflexión y lo espontáneo, evoca, sin dudas, un instante mágico del que ha sabido prevalerse Alexis Gómez Rosa, como evidencian estos versos:

Ebrios caminan dos
Hechizos: la luna
Y quien le canta

Es en esta búsqueda de sentido que se mueve la obra High Quality. Desde la selección del nombre, nos percatamos de la traducción y lectura que hace el poeta de esta tradición. El alumbramiento que efectúa este hallazgo lingüístico: haiku transvasado por high quality es a un tiempo revelación, occidentalización, pero además alusión a la pureza que los representa: el haiku como máxima calidad de lo visible, a pesar de que algunos especialistas no lo asumen como aquello incontaminado, sino como evocador de la pureza.

La mirada de asombro, duda y admiración del poeta viaja por la reflexión interior hasta las cosas del mundo sensible como se revela en este texto:

La sombra crece
intranquila, desborda
nocturnos la psique

En contraste con este que se sumerge en la tradición de la descripción del paisaje.

andan los cactus
saltarines, iguanas
a flor de roca

El poeta está frente a la naturaleza en estado de contemplación, no busca introducir cambios, variantes que alteren la visión de ese relámpago pequeño que alumbró un rincón indescriptible, sino por vía de un estado de conciencia Satori, único posible para capturar en unos trazos lo irrepetible.

Mientras pienso
la nieve crepuscular
guarda sus voces

En cuanto alumbra una zona evanescente, el poema se abre a múltiples posibilidades de lectura, las cuales dependen de la sensibilidad del lector atento, lo que siempre desborda la intencionalidad del poeta. Esto es justo el ser de lo poético, el misterio, que Basho intuía cuando compiló su Oi’ no kobumi. En Alexis Gómez Rosa esta plurisemia está determinada por la imagen y el misterio, por la presencia, pero también, por los silencios que permiten ser llenados con reflexiones y sueños.

Traducir el sentido, la sentencia, es colocarse en el centro de la cuestión poética y la crítica acerca del pensamiento reflexivo y la fantasía. El haiku es el topos seleccionado por Alexis Gómez, donde ambas cosas parecen convivir sin más. La mano y no la reflexión deliberada es la que traza el asombro donde emerge entonces la máxima filosófica, el decir poético unido, por una extraña juntura, a la verdad breve y acabada.

Alexis no busca la onomatopeya de Busón, sino la filosofía de la soledad de Kobayashi:

Abierta la flor
en su perfume, una
muerte nos narra

Aunque se ha planteado como un obstáculo para la traducción del haiku japonés la cuestión de la flora y la fauna exóticas, nuestro poeta ha sabido presentarnos en sus alucinantes textos, una visión telúrica próxima, pero transfigurada por el misterio del instante. Como si Alexis Gómez Rosa viajara la isla en su propia senda de Oku, podemos encontrar las aguas del Ozama, las llanuras de Neiba, la cigua, la iguana, el mar, el sol del caribe.

Sobre la percha
La cigua agua pide,
A toda hora

Uno de las grandes lecciones de tradición del instante irrepetible, y que podemos encontrar en la poesía que Alexis Gómez Rosa nos propone, es la necesidad de evadir la trampa de la explicación en el texto, así como el uso de palabras innecesarias, accesorias, vacías que no cumplen ninguna función ni textual ni contextual. La limpieza del haiku, su vocación al silencio, nos sitúa en la necesidad de observar el lenguaje más allá de la renumeración, la serialidad y el despilfarro de palabras que enturbian las aguas que se desean transparentes y serenas del poema. Una transparencia profunda y una serenidad tormentosa, bellas como el propio vacío.

Nostalgia de río:

Nunca será el mismo
Aquel relámpago.

Un verdadero explorador de las posibilidades que el lenguaje permite al poeta, Alexis Gómez Rosa es un monstruo devorador de todos los temas que pueda engullir en su insaciable lectura del entorno. Pasa de la poesía de la ciudad a los mitos, del canto de amor a la muerte, para revelarse en estos haikus como un samurai zen que después de guardar la espada entra a su jardín a cultivar rosales.

Poeta de tiempo completo, contra las adversidades de una sociedad hostil al hombre de letras, Alexis Gómez Rosa parece escuchar en su incansable búsqueda al maestro que le susurra:

Cuando llegues a
la sima de la montaña,
sigue subiendo.

O al otro, válido para los dos, que le dice:

Al fuji subes
despacio -pero subes
caracolito.

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