El interés nacional

El interés nacional

BONAPARTE GAUTREAUX PIÑEYRO
¿Para qué es la globalización? Una «nueva» forma de explotación de los recursos de los países subdesarrollados en beneficio de los países ricos. La más reciente prueba de ello es como se forzó al Congreso Nacional para que aceptara la acentuación de la ruina de la industria azucarera nacional a favor del edulcorante de maíz proveniente de Estados Unidos, mientras, a los países productores de guineos se les fija una cuota de ingreso al rico mercado de la Unión Europea. Y no hay que citar las mil y una dificultades que se ponen en Norteamérica para el ingreso de cualquier cosa que pueda ir de estos lares.

La Organización Mundial de Comercio es un foro donde los países poderosos tienen la sartén por el mango y se entienden entre ellos en contra de los países débiles.

Otra prueba de las excelencias de la globalización es cómo se fuerza para que los tribunales nacionales no conozcan el caso de Quirino.

Se insulta a las autoridades uniformadas cuando se duda no sólo de su capacidad sino también de su idoneidad personal; se pone en dudas, también, la capacidad e idoneidad del sistema judicial, como si el de ellos fuera perfecto.

Mientras, todos callamos y muchos aplauden que nos den pau-pau, como si fuésemos chiquillos. Quizá lo hacen porque la ley de protección a mujeres, niños y adolescentes prohíbe que le bajen una buena correa a un carajito malcriado, pero si la pela viene de un país poderoso, bienvenida sea.

Para mí que la globalización es más que el lado ancho del embudo para ellos, para los de siempre, para los que antes enviaban barcos para imponer sus criterios y directrices y ahora envían economistas que fuerzan a las autoridades a adoptar recetas buenas para ellos y perjudiciales para nosotros.

La globalización es comparable a la acción de un hombre que fuerza a una mujer, la golpea, abre sus piernas y logra su objetivo.

La indiscutible hegemonía de unos pocos países sobre la mayoría es tal que al amparo de la fuerza se decidió que unas cuantas naciones tuvieran el derecho de vetar las decisiones adoptadas por la mayoría en Naciones Unidas.

En lo profundo del pensamiento de las clases gobernantes de las naciones poderosas nosotros aún somos vistos como productores de materia prima, de prostitutas, deportistas y músicos, compositores e intérpretes de sonidos sincopados que producen cosquilleo en los pies y en las aceitadas cinturas de nuestras mujeres.

De ahí que el interés nacional es aplastado por la realidad. Aceptamos como bueyes viejos que nos arrastren con un narigón y no nos atrevemos a pensar con cabeza propia en problemas tan importantes como el hambre y la falta de empleos.

Exportamos materia prima humana para que sirva en las casas y en los trabajos que desprecian los ciudadanos de los países desarrollados.

Mientras, las tierras cultivables se llenan de casitas, las montañas son intervenidas con viviendas de recreo, las aguas de los ríos son desperdiciadas, los bosques desaparecen y se importan alimentos que se sabe y se han producido en el país.

¿Qué pasa? Que estamos confundidos y defendemos el interés nacional de ellos. Así no debemos continuar.

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