El interés nacional

El interés nacional

La necesidad de emprender reformas para actualizar y modernizar la Constitución es una verdad incuestionable.

Las economías del mundo han sufrido transformaciones que obligan a redefinir los marcos jurídicos que regulan y facilitan el intercambio y las inversiones.

La globalización comercial, necesariamente, es un factor de influencia política en la medida en que obliga a rediseñar el concepto de soberanía.

Internamente, cada país ha tenido que realizar adecuaciones jurídicas y políticas que permitan responder al nuevo reto que plantea la relación de intercambio global.

La República Dominicana no escapa a estas necesidades. Por razones ampliamente conocidas está obligada a transformaciones estructurales en la que ciertamente estamos atrasados.

-II-

En estos tiempos, próximos a elecciones congresionales y municipales, se ha vuelto a hablar de la necesidad de reformar la Constitución de la República.

El Presidente Leonel Fernández, por un lado, considera necesario modificar las facultades del Congreso para decidir quienes pueden ser miembros de la Suprema Corte de Justicia, la Junta Central Electoral y la Cámara de Cuentas.

Por otra parte, la reforma constitucional figura entre las prioridades de una lista de quince puntos que tiene en miras la alianza de los partidos Reformista Social Cristiano y Revolucionario Dominicano.

Estos planteamientos se producen en unos términos y en un contexto político que hacen temer que la reforma necesaria y puntual tenga que cederle el paso a la que parecería una presa en disputa por fuerzas políticas antagónicas.

-III-

El temor de que pueda convertirse la reforma constitucional en manzana de discordia tiene su fundamento en que ninguna de las partes políticas ha propuesto modificaciones a los procedimientos que estatuye la propia Constitución para hacer las reformas.

El país requiere que sus fuerzas políticas comprendan que los medios actuales para ejecutar las reformas constitucionales no son los más saludables, aunque lo hayan sido en otros tiempos.

Está probado que los procedimientos que dispone la propia Constitución se prestan para manipulaciones, como ha ocurrido cada vez que un partido ha querido hacerse un traje constitucional para tratar de encaminar propósitos como la reelección presidencial, para solo citar un caso.

Toda reforma que pretenda poner el interés nacional por encima de las voluntades y querellas políticas, debería tener como punto de coincidencia introducir, primero, cambios que estatuyan la Constituyente de amplia representación como procedimiento para hacer esas reformas. De otro modo, se corre el riesgo de repetir el circo político que tantas veces ha tenido que soportar este país.

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