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Unas de las posiciones públicas más controversiales, difíciles y polémicas que pueden desempeñarse en nuestro país es la de Jefe de la Policía. Tradicionalmente ha sido así, aún en la época de la dictadura donde regularmente esta posición era asumida por miembros de las Fuerzas Armadas, ya que no existía la carrera policial.
Con el advenimiento de los gobiernos democráticos, el desempeño de los jefes policiales se ha hecho todavía más complicado.
Se le pide a la policía que controle la delincuencia cada día más superada, pero se le niega el derecho de responder a los ataques de la bien armada delincuencia, de la misma forma con que es agredida. Se debe comprender al mismo tiempo que esa policía esta formada por seres humanos que merecen el respeto y tienen los mismos derechos que los demás ciudadanos. El concepto del respeto a los derechos humanos debe ser interpretado en toda su dimensión, para que se incluya en ellos aquellos oficiales y agentes policiales que han caído en el fiel cumplimiento de su deber o que han sido víctimas inocentes de las emboscadas delincuenciales.
Hay que reconocer que en los últimos tiempos, la Policía Nacional se ha superado. Todavía existen oscuros nubarrones en su interior que deben desaparecer, pero es justo significar que la formación académica del cuerpo policial lo ha dotado de oficiales capacitados y bien formados que demuestran constantemente con su proceder el cambio drástico que se está operando en nuestra policía.
La Policía actualmente está dirigida por un oficial académico, profesional de la ingeniería, con un extraordinario aval de tradición policial, dispuesto a llevar a cabo la titánica labor de cambiar la imagen de ese cuerpo destinado a la difícil tarea de resguardar el orden público y la seguridad ciudadana.
Es necesario que la ciudadanía consciente respalde toda gestión y esfuerzo destinado a mejorar la Policía Nacional. De este modo tendremos el derecho de exigirles a los miembros de esta institución el fiel cumplimiento de sus deberes, que tanto se anhela.
