El juez

El juez

Si bien los abogados son identificados como los auxiliares por excelencia de la justicia, es la persona del juez el actor central del juicio, en razón de que es sobre quien recae la pesada y muy delicada responsabilidad de impartir justicia y apegado a la normativa rendir la sentencia que dicta respecto del caso que le ha sido sometido. Dado el rol estelar que desempeña, es de utilidad resaltar los atributos si no imprescindibles, cuando menos necesarios de los que debe estar revestido todo juez.

En su ejercicio, el juez se debate en un sempiterno conflicto cuando de juzgar a sus iguales se trata. Se manifiesta esa alta responsabilidad en las múltiples ocasiones en que se encuentra ante el dilema de conciencia que lo asoma al sabio dicho jurídico de que: “Es más grave condenar a un inocente que descargar a un culpable” o enfrenta entre sentimiento y conciencia el prudente y enjundioso proverbio latino del “in dubio pro reo” que traducido a nuestro ubérrimo idioma significa “la duda favorece al reo”.

El todas las latitudes el juez encarna una figura paradigmática, casi bordeando la deidad, tal como magistralmente y con fidedigna propiedad lo describiera Fray Benito Jerónimo Feijoo y Montenegro, ensayista, sabio y polígrafo español del siglo XVIII, en unos párrafos que con fruición deseo compartir con ustedes:

“No sé, hijo mío, si celebre o llore la noticia que me das de haberte honrado su Majestad con esa toga. Contémplote en una esclavitud honrosa; más, al fin, esclavitud: Ya no eres mío, ni tuyo, sino de todo el público. Las obligaciones del cargo de juez no solo te emancipan de tu padre, también debes desprenderte de ti mismo. Ya se acabó el mirar por tu comodidad, por tu salud, por tu reposo, para mirar por tu conciencia. Tu bien propio lo has de considerar como ajeno, y solo el público como propio. Ya no hay para ti paisanos, amigos ni parientes. Ya no has de tener patria, ni carne, ni sangre. Quiero decir que no has de ser hombre. No por cierto, sino que la razón de hombre ha de vivir tan separada de la razón de juez, que no tengan el más leve comercio las acciones de la Judicatura con los afectos de la Humanidad.

“Vuelvo a decir que no sé si llore o celebre la noticia. Veo puesta tu alma en un continuado riesgo de perderse. Estoy por arrojarme a decirte que el oficio de juez es una ocasión próxima de pecar que dura de por vida.

“El que duda si tiene la ciencia suficiente o a la salud necesaria para cargar con tan grave peso; el que no siente en sí un corazón robusto, invencible a las promesas o amenazas de los poderosos; el que se ve muy enamorado de la hermosura del oro; el que se conoce muy sensible a los ruegos de domésticos, amigos o parientes no puede en mi sentir entrar con buena conciencia en la Magistratura. No comprendo aquí la virtud de la prudencia, aunque indispensablemente necesaria, porque todos juzgan que la tienen, y este error en todos los que carecen de ella juzgo que es invencible.

“Por todas partes debe tener bien fortalecida el alma el que se viste de toga, porque en distintas ocurrencias no hay pasión que no seas enemiga de la Justicia, y los pretendientes examinan solícitos por donde flaquea la muralla. Aún los efectos lícitos la hacen guerra muchas veces. ¿Qué cosa más justa que la ternura con la propia esposa?  Pero ¡cuántas veces la inclinación a la esposa hizo inclinar la rectitud de la balanza!

“No quiero decir que el juez sea feroz, despiadado y duro, sino constante, animoso, íntegro. Difícil es, pero no imposible, tener alma de cera para la vida privada y espíritu de bronce para la administración pública. Si padeciere el corazón sus blanduras, esté inaccesible a ellas el sagrado alcázar de la Justicia. Dícese que las amistades pueden legar hasta las aras. Pero en el templo de Astrea deben quedar fuera de las puertas”.

A la luz de los atributos que resumen la idea del juez, esbozado precedentemente, no se puede perder de vista que se trata de un mortal cualquiera con virtudes, defectos y debilidades a quien se ha puesto sobre sus hombros la recia y difícil tarea de juzgar las acciones de sus pares.

Por ello es de sumo interés sondear intuitivamente su psiquis para tratar de lograr una empatía abogado-juez, como parte de la estrategia en beneficio de su causa, lo que le permitirá al postulante encaminar las argumentaciones de su defensa e intereses de la forma más oportuna y certera posible, sin colidir innecesariamente con aspectos sensibles de su personalidad y cuidarse de no transgredir los valores éticos de: El Juez.

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