El/ la que se va no hace falta

El/ la que se va no hace falta

El rompimiento entre dos personas que se aman o que se han amado, puede ser trastornador por largo o por poco tiempo. ¿Poco tiempo?

Suele ser un espacio tan especial que uno u otro o ambos quedan marcados.

¿Cómo comprenderlo? ¿Cómo analizarlo, profundizarlo y salir equilibrado en esos embates? ¿Indemne diría? No sé, es una tarea sumamente difícil, como un analista en química avanzado o la solución de un teorema  que nunca lograremos entender. Aunque el profesor nos califique con un cien % en la asignatura.

Podemos iniciar el romance con los mejores encantamientos. Aquella película norteamericana “La comezón del sétimo año”, una encrucijada que nos amenaza con la turbación de los sentimientos, que turba inquietudes y empaña con turbidez las aguas profundas.

La lucha del día a día, los trastornos insospechados, el desaliento, la melancolía por otras cosas ya pasadas y, peor aún, lo que se quiera vivir, lo diferente, lo insospechado aún…

Muchos expertos hablan del período de cuatro años que nos lleva al desasimiento conyugal para, inmersos en los debates dentro de la rutina de cada día, hasta ahí puede llegar el amor…

Esto, lo otro, la frialdad, la opacidad del destino de las vinculaciones, la desazón y el distanciamiento. El cambio de cosas que compartíamos, que nos estrechó  al comienzo.

Esas cosas entre humanos: el goce original por la inmediatez que ahora languidece. Ese tiempo temerario, propiciatorio, que revela su influjo y nos destroza el alma.

Entre aquello que creímos raigal y, sin embargo, se va por el sendero de la desidia y se dibuje en el olvido. Testarudos, pretendemos enderezar el rumbo: ¿Cuál rumbo? Si ya no vale la pena compartir -¿Compartir qué?

La decisión adecuada, oportuna, sería decir adiós. Una persona  muy querida, doña Marta Martínez, ida muy temprano, entendía que “cuando se cierra la puerta del dormitorio nadie sabe lo que sucede ahí adentro”.

 “Los Tigres del Norte” grupo mexicano (alguien me dice que también Tito Rodríguez), entonaron una pieza que dice: “El/la que se va no hace falta” una u otro, ella o él. El que decide marcharse es su destino o se encuentra en la búsqueda de mejor destino. Nadie tiene derecho de turbar esa decisión, ni con intimidación, ni con palabras restallantes ni enarbolar las malvadas expresiones que aturden de indignad a quien se quiera ir, o romper las relaciones confundidas.

Uno u otra, llegado el momento, tiene derecho a hacerlo, sin esgrimir amenazas ni hacer uso de la fuerza…, de ninguna fuerza ¡No se debe pasar la raya!

Yo nada quiero pedirte / pero sin querer te pido: / cuando quieras que me mate/dame el puñal de tu olvido.

Atahualpa Yupanqui

Publicaciones Relacionadas

Más leídas