(La nigua de la prima Lidia)
Ella había arribado a una “nada” criolla, perfectamente cibaeña. A sus setenta años de soledad, de ausencia de afecto, absolutamente libre de compromiso; ni siquiera el de prenderle velas a un santo. Estaba sentada en una silla de guano reclinada contra el frente de su casita. La saludé, le pregunté cómo estaba. -Aquí, que daría cien pesos por una nigua para entretenerme con algo.
Era el aburrimiento existencial, no menor que las nauseas de Sartre. Las niguas abundaban entonces, se hospedaban en las patas de los cerdos y en las de quienes andaban descalzos cerca de las pocilgas. Pero nadie con un par de niguas para rascarse, alojadas en los pies, estaba jamás aburrido, ni amargado. Los mejicanos nos llevan gabela: nunca se aburre un cuate mientras está comiendo chiles.
La prima Gracita tenía otra versión de la lucha existencial, poco católica, aunque ella misma era instructora catequista. –Gracita, ¿cómo está usted? “Aquí, luchando sin saber con qué… Lo peor es que el enemigo no saca la cabeza”.
Siempre ha habido gentes que se alejaron de Dios e inventaron sus propios dioses, ídolos y fetiches; también desarrollaron la manipulación de entidades y burocracias pseudo espirituales, o las inventaron para gentes que necesitan agarrarse de algún tipo de creencia o activismo. Una vez se abandona a Dios, se hace imperativo crear ídolos, inventarse dioses.
Los más sabios, racionales o racionalistas, desarrollaron entidades abstractas. Unos buscaron La Gloria, La Inmortalidad. Que aún no se sabe qué cosa son. Otros buscaron “La Libertad”. Pocos luego supieron qué hacer con ella, aunque no ser esclavo es un valor, cristiano, por cierto.
José Ingenieros proponía “El Ideal”; así, en abstracto. Bolívar quiso hacer un gran país de Latinoamérica entera. Todavía es una propuesta aérea, incierta.
El ideal es un concepto, una construcción mental, arquetipo, prototipo, un constructo hecho por el hombre, por supuesto. Que aún careciendo de existencia, como la utopía, puede darle sentido, dirección e inspiración a la acción humana, lo que no es poca cosa. Utopías de siglos recientes, han tenido el aborto por destino. Algo bueno, algo malo han dejado
Duarte es diferente: puso a Dios a la cabeza de su Proyecto; por ello nunca será fracaso. No siendo suyo sino de Dios, Duarte cumplió lo que le tocaba. Igualmente cada cual con su vida, su proyecto familiar, político o empresarial. Cuando se hace lo que corresponde no hay fracaso personal; tampoco cobardía ni prevaricación.
Bolívar fracasó en lo personal, pero su Proyecto tuvo enormes logros, y aún pervive y entusiasma. Sabía que el pueblo tan solo quería algo inmediato y concreto, mientras él buscaba un algo inexistente. La soledad de los grandes líderes, cuando no tienen a Dios, suele ser espantosa. Su laberinto es un recorrido por la vida que conduce a la nada.
Similarmente, el mundo actual da vueltas en torno al ego, preso de manías autistas, auto complacientes: masturbaciones emocionales y espirituales totalmente infértiles e inconducentes. No muy diferentes de la nigua de Lidia.