Imagínate la escena: una niña se prueba un vestido lindo, hace un giro y, con gran satisfacción, lo alisa. Los adultos a su alrededor se hacen eco de su deleite y le dicen lo bonita que es.
Más tarde, mira sus libros favoritos y ve personas delgadas y animales delgados que se embarcan en emocionantes aventuras, mientras que sus contrapartes más pesados son retratados como lentos o torpes. A veces, se da cuenta de que sus propios padres se preocupan por el peso o apariencia que tienen.
Para cuando sea adolescente, quizá sus padres se preocupen por el impacto de los influencers en la imagen corporal que tiene de sí misma.
Pero investigaciones indican que, en realidad, su percepción de los cuerpos y su aceptación social se habrán formado mucho antes, en esos primeros años.
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Cuando pensamos en nuestra relación con nuestros cuerpos, a menudo es difícil determinar con precisión de dónde proviene nuestra satisfacción o insatisfacción.
Si pensamos en nuestra infancia, podemos recordar una colección de comentarios u observaciones. Ninguno de ellos quizá parezca enormemente impactante en sí. Y, sin embargo, su efecto acumulativo puede ser sorprendentemente potente.
Ya sea en forma de elogios o críticas, el tipo de atención a las formas del cuerpo puede establecer creencias e inseguridades que son difíciles de eliminar.
Las consecuencias pueden ser tremendamente dañinas, como muestran estudios, con actitudes familiares y comentarios despectivos sobre el peso vinculados a problemas de salud mental y trastornos alimentarios.
Además, ha aumentado la estigmatización más amplia de los niños con sobrepeso, lo que afecta su autoestima y, por supuesto, su imagen corporal.
Dado lo temprano que comienza esta conciencia de los ideales corporales, ¿qué pueden hacer los padres y cuidadores para ayudar a los niños a sentirse seguros de sí mismos y más solidarios con los demás?
El peligro de burlarse
Muchos padres pueden sentirse sorprendidos al escuchar que sus propias inseguridades, que después de todo pueden ser completamente involuntarias y no algo que deseen transmitir, pueden tener tal impacto. Pero algunos miembros de la familia también magnifican este efecto a través de comentarios despectivos.
En un estudio sobre los efectos de las burlas de los miembros de la familia sobre la insatisfacción corporal y los trastornos alimentarios, el 23% de los participantes dijeron haber recibido burlas de uno de sus padres por la apariencia, y el 12% fueron objeto de burlas por su sobrepeso, también por parte de uno de los padres.
Más informaron haber sido objeto de burlas por parte de sus padres que de sus madres. Tales burlas paternas fueron un predictor significativo de insatisfacción corporal, así como de comportamientos bulímicos y depresión, y también aumentaron las probabilidades de que un hermano se burlara de ellos.
Las burlas maternas fueron un predictor significativo de depresión.
Ser objeto de burlas por la apariencia por parte de un hermano tuvo un impacto negativo similar en la salud mental y la autoestima, y aumentó el riesgo de trastornos alimentarios.
Los autores sugirieron que comprender los antecedentes familiares de burlas ayudaría a los proveedores de atención médica a identificar a las personas en riesgo de «trastornos de la imagen corporal y de la alimentación y un funcionamiento psicológico deficiente».
Otra investigación en niños de 7 a 8 años ha demostrado que los comentarios de las madres sobre el peso y el tamaño corporal se han relacionado con un comportamiento alimentario desordenado entre sus hijos.
Del mismo modo, las niñas «cuyas madres, padres y amigos las alentaron a perder peso y ser delgadas» tenían más probabilidades de respaldar creencias negativas sobre el peso de los demás, conocidas como «estereotipos gordos».
Esto es especialmente alarmante dado el aumento de la estigmatización y el acoso relacionados con el peso.