El lado oscuro de Diana Arbus
La fotógrafa de los marginados

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GRACIELA AZCÁRATE
(…) En la expresión fugaz de un rostro humano, ya desde las primeras fotografías, afluye por última vez el aura. Es eso lo que constituye su melancólica e incomparable belleza.” Walter Benjamin

Si  para Dorotea Lange su obra de creación se basó en retratar amorosamente al pueblo trabajador, obrero o campesino en la época de la Gran Depresión. Si sintetizó su manera de trabajar en una frase emblemática: “Mi enfoque se basa en tres consideraciones: Ante todo: ¡Manos fuera! Aquello que yo fotografío, no lo perturbo ni lo modifico ni lo arreglo, procuro representarlo como parte de su ambiente, como enraizado en él y sobre todo procuro mostrarlo como poseedor de una posición dada, sea en el pasado o en el presente”.

En cambio,Diane Arbus, la otra fotógrafa norteamericana de relevante importancia para la fotografía del siglo XX tuvo como base esencial los repudiados sociales y ninguna de sus fotos fue improvisada. A diferencia de Dorothea Lange cada una de sus fotos son toda una obra de creación, de acercamiento psicológico con el retratado y de complicidad espiritual.

Los marginados, los discapacitados, los olvidados del sistema son los protagonistas de su obra fotográfica.

Diane Arbus nació en 1923, en New York, segunda hija de un matrimonio judío de clase alta y fue educada en las mejores escuelas de Manhattan. A los dieciocho años, se casó con Allan Arbus que compartía con ella la pasión por la fotografía y llegó a tener gran prestigio como fotógrafo de modas.

Durante años fue la ayudante de su marido hasta que en el año 1963, con el apoyo de fotógrafos como Walker Evans, y su maestra Lisette Model, consiguió su primera beca Guggenheim para un proyecto que tituló “Ritos, usos y costumbres americanos”. En su carta de solicitud están explicitas  sus intenciones de creadora para el conjunto de su obra:

“Quiero fotografiar todas las ceremonias dignas de consideración de nuestro presente porque, mientras vivimos el aquí y el ahora, tendemos a percibir únicamente aquello aleatorio, estéril e informe. Mientras lamentamos que el presente no sea como el pasado y perdemos la esperanza de que se transforme en el futuro, sus innumerables e inescrutables hábitos permanecen a la espera de un significado. (…) Estos son nuestros síntomas y nuestros monumentos. Deseo preservarlos simplemente porque todo aquello que es ceremonioso y curioso y corriente llegará a ser legendario.”

El objetivo era crear un álbum familiar colectivo, un catálogo de la vida americana moderna a través de sus manifestaciones más intranscendentes, con la misma minuciosidad con la que treinta años antes August y Evans, al que respetaba profundamente, habían recogido cientos de imágenes de la República de Weimar y de la América profunda durante la Gran Depresión, 

Del matrimonio nacieron dos hijos y aunque habia una gran amistad y respeto entre ellos ella decidió separarse y las depresiones, cada vez más freccuentes  empiezan a marcar su vida  hasta  llevarla al suicidio el 28 de julio de 1971.

No había motivos aparentes, ni testamentos o causas pero cuando hicieron las autopsia determinaron que los somníferos habían perforado su estomágo y que era una esbelta mujer con una altura de un metro setenta  que tan solo pesaba cuarenticinco kilos.

Con una cámara Gláfex que le regaló su marido, aprendió a fotografiar la realidad a su manera. Durante los diez años  en que se dedicó a la fotografía de los excluidos, ellos fueron el centro de atención de su trabajo creador sin ser objeto de mofa, befa oescarnio.   Con infinita ternura iluminó sus vidas con una mirada atenta, lúcida y sensible.

En 1958, encontró su don y su primera maestra fue Lisette Model. Su consigna para enseñar era: “no pulsen el disparador hasta que el sujeto que enfocan les produzca un dolor en la boca del estómago”.

Desde ese momento su cámara buscó de manera frenética la belleza de los seres marginados a los que excepto ella prestó atención.  Ellos debieron percibir su mirada lúcida y tierna, y por eso se dejaron fotografiar en momentos íntimos y privados.

“Hasta que estudié con Lisette, yo soñaba con fotografiar en vez de hacerlo; ella me aconsejó disfrutar cuando fotografiara, así que comencé a hacerlo (…) Siempre he creído que los pintores sentían la imagen mucho más que un fotógrafo, porque trazaban cada línea sobre un lienzo, y eso me molestaba. Lisette me habló de cuán antigua era la cámara fotográfica y de que la luz imprime una imagen en la capa de plata de la película, al igual que hace la memoria”, escribió en su  diario.

Sus modelos son  prostitutas, vagabundos, borrachos, proxenetas, basureros, travestis, nudistas grotescos, homosexuales, familias de barriadas, deformes, enfermos, gigantes , mellizos y enanos.

Eran  las antípodas del sueño americano, el lado nocturnal de Estados Unidos de Norteamérica y por eso Susan Sontag escribió un libro denostando su obra y acusando su fotografía de morbosa.

Cuando le preguntaron porque elegía esos retratados dijo: “Me interesan y les quiero porque ellos ya han pasado su prueba en la vida. Son aristócratas”.

Los discapacitados la enfrentan a preguntas existenciales,  ella sabe que la mirada no es inocua.

“Cuando era pequeña me prohibían mirar si se cruzaba en nuestro camino un bebé con labio leporino, o un enano, o alguien con discapacidad intelectual. Por eso siento tanta curiosidad hacia ellos. He aprendido a respetarles porque sé que yo ni nadie es más que ellos”

La acusaron de  amarillismo en sus fotografías, y de poseer una morbosida  insana.

Por ejemplo, las secuencias enlazan dos mujeres con Síndrome de Down tomadas del brazo que sonríen candorosas  y una  “Mujer enmascarada en silla de ruedas” que refleja con dureza como la sociedad de aquel momento veía en las personas con discapacidad  alguien que repelía que había que retirar, apartar, porque, como explicaba Susan Sontag en “Ante el dolor de los demás”, hubo una época en la que los distintos se tenían “por un error, un accidente macabro o un crimen. Algo que debía de ser reparado. Algo que debe rechazarse. Algo que, en el fondo, nos hace sentir indefensos”.

Diana Airbus enseña con sus retratos que la diferencia enriquece y que aunque discapacitados son seres humanos sensibles que unidos en su marginalidad y abandono transmiten respeto y complicidad.

Muchos historiadores de la fotografía norteamericana creen que los retratos de Arbus son el reflejo de la propia evolución de los valores políticos y morales de la sociedad norteamericana de esos años.

Tanto su  obra como la de sus compañeros de generación marcan el fin de un período que va desde el fin de la Segunda Guerra Mundial hasta el inicio de los setenta y  que muchos creen  que fue la última época de inocencia de la fotografía norteamericana.

La fotografía norteamerican que se empieza a hacer desde 1929, es el núcleo central del estilo documental que se desarrolló en Estados Unidos a través de la Farm Security Administration, que contó con fotógrafos de la talla de Walter Evans, Dorothea Lange, Gordon Parks, fue el primer fotógrafo negro que entró a formar parte de la FSA y que  llevó a cabo una gran labor que buscaba  recopilar en imágenes todos los aspectos de la vida de los granjeros americanos y las míseras condiciones de vida que debían soportar.

Diana Airbus y los fotógrafos de su generación empiezan a cuestionar el American way of life.

 “Todas las decisiones técnicas que tomó tenían como objetivo eliminar toda distancia psicológica entre ella y el sujeto fotografiado: la peculiar colocación del visor de la cámara Rolleiflex -a la altura de la cintura- hacía que se eliminara el contacto visual directo en el momento justo en el que se tomaba la fotografía, lo que aportaba algo de intimidad, si puede llamarse así, al hecho violento de ser fotografiado. El uso del flash incluso a plena luz del día, además de dotar a las fotografías de esa atmósfera irreal e implacable que caracteriza buena parte de su obra, hacía innecesario que el sujeto se colocara de cara al sol, lo que permitía una mayor naturalidad en su gesto y hacía más fácil de olvidar el hecho de que se estaba posando. Así, consiguió capturar algunas de las miradas más auténticas y sinceras de la historia de la fotografía, algo que debería bastar por sí mismo para invalidar ciertas acusaciones que ven en su obra una falta de respeto hacia las personas que fotografió, e incluso, una explotación”.

Fuentes:

Pellisa, Inga : La vida de Diane Arbus
Aexander, Stuart (1991): “La fotografía creativa en América desde la Segunda Guerra Mundial hasta la guerra del Vietnam”. En Fotografía americana del siglo XX. Catálogo de la exposición. Barcelona: Centro Cultural de la Fundación «La Caixa», 1991.

Arbus, Diane (2003): Revelations. Munich: Schirmer/Mosel, 2003.

Arbus, Diane (1992): Magazine Works. Londres: Bloomsbury, 1992

Pultz, John (1991): “Fotografía americana 1918–1945”. En Fotografía americana del siglo XX. Catálogo de la exposición. Barcelona: Centro Cultural de la Fundación «La Caixa», 1991.

Sontag, Susan (1973): “Como en espejo, oscuramente: un país visto en fotografías”. En Sobre la fotografía. Barcelona: Edhasa, 1981. Reeditada por Alfaguara (2006).

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