El lado positivo que se refleja en la macroeconomía. Pervive, y así lo certifican una y otra vez sobresalientes órganos del sistema financiero internacional, la noción de que las bases de la economía dominicana son sólidas y que los mecanismos que condicionan su funcionamiento sorteando dificultades y mitigando efectos negativos aciertan con excelentes resultados en estas horas difíciles para el mundo.
En la otra faz de la misma moneda están los ingentes problemas sociales que entre sus deplorables manifestaciones incluye una elevada proporción de familias recibiendo ingresos por debajo del costo de la vida en medio de presiones hacia más alzas por los ya conocidos factores exógenos.
El diagnóstico expresado en índices positivos, que incluyen el de inversiones, testifica la continuación del desarrollo en República Dominicana favorecido por una estabilidad macroeconómica que agrega capacidad al país para generar riquezas con algunas preciosas fuentes ya en pleno auge tras los críticos días de cuarentena.
Cierto es que la economía ha estando en expansión con escasos lapsos de descensos; y cierto también que a sus auges le ha faltado equidad en derivar frutos hacia una mayoría ciudadana y a su preocupante segmento apartado del desarrollo humano.
El país está en deuda con sus estratos sociales bajos y la confianza que inspira su buena marcha estructural que fomenta inversiones de todos los tamaños debe servir para pagarla más pronto que inmediatamente.