JOSÉ MANUEL GUZMÁN IBARRA
El candidato del PRD empezó muy temprano, pero se le acabará el tiempo. El camino recorrido ha sido largo, pero más lo será a partir de ahora. MVM ha corrido solo   por casi un año. La diferencia de lo que ha tenido que enfrentar hasta ahora  con lo que verá en la campaña oficialmente abierta estriba en que hasta hace muy poco él ha estado prácticamente solo  en el escenario proselitista. De ahora en adelante, ni el equipo, ni los asesores podrán resolver el día a día del candidato. A partir de ahora tendrá que mostrar ideas y creatividad propias. La competencia que tiene por delante no será fácil. MVM tiene que cargar con un pasado reciente fatal, del que no puede desligarse del todo sin desdecir de sí mismo.

Por otro lado debe enfrentarse a un Presidente que busca la reelección y que tiene en su haber: estabilidad macro-económica, innegable experiencia, dos gobiernos estables y la nada despreciable virtud que ofrece un liderazgo transaccional, activo y con visión.

Además, MVM tiene la incómoda situación de enfrentar al candidato del PRSC cuya vocación es de ser su aliado, pero que en el corto plazo es al propio PRD  que le quita votos y en los futuros acuerdos, en primera o segunda vuelta,  no necesariamente se los devolverá en la cuantía necesaria. La “alianza rosada” ya demostró ser un desastre.

Las encuestas muestran que las denuncias más duras y el asedio más fuerte contra el gobierno sirven para levantar el ánimo de los seguidores, pero hace muy poco efecto electoral, y en cualquier caso no sirve para capitalizar ningún voto nuevo. Las encuestas, las que el mismo PRD maneja, están diciendo que MVM no ha logrado remontar el piso natural del PRD. Y esas  son muy malas noticias.

Nadie puede equivocarse con MVM, él no es Hipólito Mejía. Es decir, su inteligencia no es la “repentista” que trataron de vender los seguidores del ex-presidente, su estilo de trabajo, según dicen, respeta más al equipo, y eso sin dudas lo sitúa mejor ante el electorado de lo que podrá estar jamás Hipólito Mejía. Sólo hay un problema. Él no está compitiendo con el ex-presidente. Al contrario, lo lleva sobre los hombros aunque busque diferenciarse.

La mayor prueba de ello es que para lograr integrar a su campaña a Milagros Ortíz Bosch, MVM ha tenido que comprometerse públicamente con una reforma constitucional para prohibir la heredada reelección. Eso sin que haya ninguna evidencia de que los votantes estén exigiendo o quieran una reforma en tales términos. Al contrario, sirve para abrir preguntas en el votante, que ve la  incongruencia entre el funcionario de un gobierno que buscó reelegirse y la actitud diferente del candidato. En su promesa solo sumó a doña Milagros; ella no pierde nada, después de todo, sabe que el cumplimiento de MVM puede estar muy lejos: por lo pronto tendría que convertirse en presidente, lo cual hoy por hoy no está a la vista. (Al contrario, más personas que las que dicen votarían por Leonel Fernández piensan que éste resultará ganador en las elecciones generales).

Ese no es el mayor de los problemas de MVM. Después de todo, las encuestas son sólo  encuestas. Lo que resultará más difícil será llevar el ritmo del presidente actual. Lo de apostar a las expectativas no realizadas de la población está en el manual de la campaña de cualquier opositor; lograr, sin embargo, que los votantes crean en lo desconocido es un tanto más difícil. Y MVM es todavía para el electorado un gran desconocido. Lo grave es que a su equipo perredeísta sí lo conoce todo el mundo.

MVM enfrenta el dilema de prometer un gobierno sin el PRD, y que se lo crean, o perder las elecciones. Si no lo hace tendrá un honroso desempeño: llegar segundo con un 33% de los votos frente a un Leonel Fernández. Si hubiera necesidad de una segunda vuelta, el resultado puede ser para él más digno todavía, pero totalmente desastroso para el PRD, que tendría que asumir que ni con una “alianza rosada” es capaz de lograr una victoria. Es difícil y largo el camino que tiene por delante MVM.