El legado 3: ¿Cuál fue el verdadero legado de Octavio Paz?

El legado 3: ¿Cuál fue el verdadero legado de Octavio Paz?

La muerte de Octavio Paz no es un acontecimiento trágico o inesperado. Es el encuentro de un hombre con su destino natural en un momento ya culminante de su itinerario biológico y, por su obra, es el instante del corte del cordón umbilical. Se trata de un segundo nacimiento, menos súbito de lo que parece. No hay que olvidar que fue su obra la que lo llevó a ser quien fue. El mejor homenaje que podemos ofrecerle ahora es leerlo con atención. Creo que la lección más vigente de este autor y, por desgracia, la menos practicada y proseguida, se encuentra en su testamento crítico. El recurso de la interrogación permanente hizo de su pensamiento una herramienta de precisión que no estaba al servicio del dogma sino del diálogo…Jorge Fernández Granados, La Jornada Semanal, 26 de abril de 1998. Publicado en Dossier, No. 3

Parece ser que los redactores de la Jornada Semanal hicieron la pregunta ¿Cuál es el legado de Octavio Paz? Muchos se entusiasmaron con la idea y decidieron responder. El fragmento que encabeza este texto, escrito por Jorge Fernández Granados, es una respuesta muy inteligente a la pregunta.

Christopher Domínguez fue otro de los que se motivó a contestar la pregunta. Cuenta que empezó a conocer la obra de Octavio Paz durante su adolescencia cuando leyó el artículo “El uso y la contemplación” aparecido en la revista “Plural”. Decía que lo había leído fascinado, que no entendía mucho de lo que quería decir el autor, pero fue tal su atracción que se convirtió en uno de sus más fieles lectores. Con el tiempo, Domínguez creció y se hizo crítico literario, llegando a formar parte, por diez años, del Consejo de la Revista Vuelta. Ahí tuvo la oportunidad de trabajar con Paz, y sobre todo, conocerlo, como discípulo, nunca como amigo. Era, decía, una persona difícil, que pasaba de la generosidad más inverosímil a la exigencia más increíble en un abrir y cerrar de ojos. Reconoce, sin embargo, que Paz era crítico con los otros, y que aceptaba las críticas a su pensamiento. Tan coherente era, que en la propia revista Vuelta fue publicado, “con la autorización y el estímulo de Octavio, una reseña política de la obra de Paz donde me atreví a señalar algunos puntos de desacuerdo.”

Myriam Moscona lo define de manera sencilla: “Paz lo tuvo todo: belleza, genio, carácter, estados de gracia, temple en el ejercicio de poder. Su talento fue expandido en una lengua que él supo amasar, romper, renovar y devolver a la circulación. Fue un privilegio vivir un lapso de su tiempo”.

Daniel Sada, afirma, contestando la pregunta, que Paz en su indagatorio se permitió abarcar casi todas las “manifestaciones estéticas, políticas e intelectuales de su tiempo, que es también el nuestro. Su lucidez deslumbra por su claridad, pero también inhibe. Jamás cayó en la autocomplacencia ni en ningún tipo de facilismo estético o intelectual, y antes que adherirse a la comodidad frívola de la vanguardia, optó siempre por cuestionar el mercantilismo del arte y de las ideas, y así su paulatina degradación. Fue un escritor distante de las modas y un crítico permanente de las vanguardias…”

Adolfo Castaños: “Su obra, plural por lo diverso de sus escritos e íntegra por la calidad de su escritura, representa una lección que no dejará de impartir su enseñanza…Encierra, y no tan oculto, un manual de estilo, un arte de hablar en verso, en prosa… Ese es uno de los legados de nuestro maestro: del editor como poeta, el poeta como editor…”

Aquí termina este largo viaje que lleva ya varios meses. Tuve que tomar las riendas de la barca y hacer un giro hacia la orilla, sin haber llegado, como era mi intención, al lugar más profundo del océano. A veces tenemos que regresar, tomar aliento para emprender nuevos viajes. No podía pretender que en tan solo unas horas, unos días y unos meses podría conocer con la amplitud deseada el pensamiento y la obra de ese monstruo de las letras que fue Octavio Paz.

Aprendí mucho. No lo niego. Al lado del nombre de Octavio Paz, en mi larguísima lista de pendientes, pude ¡al menos! poner un cotejo acompañado de un pequeño signo de interrogación. Cotejo porque logré, aunque fuese un poco, conocerlo mejor. Una interrogación porque estoy convencida que no tendré tiempo en esta vida para poder profundizar en su pensamiento como sería mi deseo. Tengo otras tareas, nuevas prisas, nuevos pendientes que también debo atender.

Siempre lo he dicho, la mejor forma de aprender a leer, pero sobre todo, escribir. Al obligarme a hacer estos artículos, tuve que buscar, leer, escudriñar, descartar, seleccionar, escribir para borrar una y otra vez. Es más, confieso, a veces tuve que auxiliarme de algunas enciclopedias virtuales para entender algunos de los pasajes y algunas de las figuras literarias utilizadas por Paz. Y me sentí dichosa de saberme desconocedora de su obra.

Me sedujo de Octavio Paz su hermosa manera de expresar sus ideas. Hay personas que piensan bien, pero escriben mal; con una prosa tan pesada que cuando uno termina su lectura, siente que tiene sobre sus hombros un peso enorme de palabras e ideas no digeridas. Octavio Paz era profundo, crítico, culto, erudito… pero la concatenación de sus palabras, para expresar sus ideas las unía de forma tan hermosa que era un verdadero deleite leerlo.

Me impactó su erudición. Y, sobre todo, su pasión por la filosofía oriental. Me encantó, por interés muy personal, no lo niego, que simpatizara más por el taoísmo, que por las otras filosofías del lejano Oriente. Aprendí diferencias que no había leído ni pensado sobre el taoísmo y el confucionismo, pero sobre todo, y fue lo más sorprendente, sobre el hinduismo. Me encantó su conclusión de que la mayéutica no fue invento de Sócrates, porque antes, mucho antes, miles de años antes, Confucio tenía esos diálogos creativos con sus discípulos, especialmente Mencio.

Todos coinciden, coincidimos que Paz era crítico del mundo y de las teorías existentes. Existe consenso de que era un hombre valiente, capaz de enfrentar el status quo vigente con sus opiniones. Fue un intelectual comprometido que levantó su voz en contra de la política mexicana y del mundo. Pero sobre todo, no vendió su pluma. Su estatura moral estaba por encima de las pasiones terrenales que mueven los intereses.

Octavio Paz pasó a mejor vida. Vivió casi completo el siglo XX. Conoció sus dramas, dolores, temores y esperanzas. Desapareció físicamente, como era lógico y natural, pues era tan mortal como nosotros; pero con su muerte se hizo eterno. Sus poesías seguirán siendo recitadas y analizadas hasta el final de los tiempos. Sus diversos ensayos en prosa seguirán siendo objeto de análisis y críticas. Sus libros fundamentales serán cuidados con esmero para que las generaciones venideras puedan conocer a este monstruo sagrado de la intelectualidad universal.

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