El legado de una pesadilla imborrable

El legado de una pesadilla imborrable

POR FABIO R. HERRERA-MINIÑO
El deterioro moral y económico, que ha afectado a la población dominicana, tiene rasgos de innegable crueldad y maldad, en donde los valores que una vez adornaban a la población, han desaparecido casi por completo para dejar a una masa de hombres y mujeres buscándosela como sea para no parecer.

El aumento de la corrupción, el auge indetenible de la criminalidad, el apogeo de las drogas, la disolución de la familia, la agresividad del sector empresarial, la ceguera de los políticos que solo aspirar a sacarle más dinero al fisco, el irrespeto de las leyes en especial las del tránsito, la aspiración de muchos dominicanos de emigrar a como dé lugar del país, el empobrecimiento generalizado, etc. son parte de un conjunto de conductas, estimuladas por la desacertada administración pepehachista, que concluye su pérfido mandato dentro de cuatro días.

El país ha vivido sumergido en una pesadilla imborrable, creación de un grupo político y económico, que no solo quisieron tomar el país como campo de experimentación con la teoría de un endeudamiento externo mortal para la economía, sino que ese grupo se creyó por encima de los demás dominicanos. Ellos podían hacer todas sus travesuras sin temer el repudio o rechazo de la ciudadanía, destacándose la acción de designar a un connotado miembro de la cúpula gobernante en el Congreso, en franco desprecio de lo que pudiera pensar el resto de los dominicanos. Se han colocado por encima del bien o del mal o con derecho a hacer los que les venga en ganas sin respetar a los demás.

Aparte del incremento notable y lamentable de la pobreza, que ha arropado con sus males no solo a los sectores más pobres, sino a otros que durante la década del 90 creyeron que podían aspirar a una mejor forma de vida. Pero de repente, y en poco tiempo, perdieron sus esperanzas al verse sumergidos en una gran subsistencia en que los ingresos son insuficientes para hacerle frente a una inflación galopante que aumenta cada día y lleva a la desesperación a todos, con el acompañamiento de una crisis energética y de combustible, que es parte de una acción macabra de un político decidido a castigar a su país que no le apoyó sus aspiraciones de reelegirse y la repudió con la única arma legal que tenía a su alcance que era la del voto.

Al mismo tiempo, el aumento de la criminalidad ha desbordado los empeños de las autoridades policiales para controlarla, en donde el cuerpo del orden está carcomido por una cantidad de uniformados delincuentes. Estos, por el derecho de portar armas, consideran que su pobreza pueden remediarla asaltando a los civiles. Además los crímenes por encargo son parte de la cotidianidad que la policía no le pone mucho caso y se desatienden como el ocurrido hace algunas semanas en San Pedro de Macorís o el del asesinado senador de Santiago Rodríguez, que caen en un limbo para no hacerle frente a los autores intelectuales de los mismos. La criminalidad es un cáncer que atemoriza a la población, donde millares de personas se abstienen a salir de noche par evitar problemas estimulados ahora por el apagón permanente, lo cual conlleva graves riesgos al saberse desprotegidos, en que el mayor temor le surge a un ciudadano, al verse cerca de un policía, temiendo que sea un asaltante y se espera una agresión.

Otra herencia de los pasados cuatro años, de vida infortunada bajo la dirección del PPH, fue el aumento de la violencia familiar, que junto con la desintegración de ese núcleo, ha llevado a que más de cien mujeres sean asesinadas cada año por sus compañeros debido a las presiones económicas que reciben los asesinos al verse frustrados de no poder atender sus compromisos familiares y desenvolverse en una vida decente.

El legado de los empréstitos internacionales, junto a la quiebra de tres bancos, es un lastre de enorme peso que requerirá de mucha voluntad y decisión de las nuevas autoridades. Y será para enfrentar el desprestigio de la economía dominicana, que pasó de ser la más admirada de la década del 90, a la más lastimosa por su insolvencia latente, y los engaños que se cometieron en el pasado reciente en contra del FMI. En los préstamos externos solo se consideraron como una fuente de ingresos protegida con jugosas comisiones, que estimularon un endeudamiento funesto para el país, al elevar la deuda externa de menos de $3 mil millones de dólares en agosto del 2000 a casi $8 mil millones de dólares, con lo que esta generación y las próximas tienen un futuro hipotecado gracias a Hipólito Mejía y a sus huestes arrasadoras del desarrollo dominicano, que como marabuntas, acabaron con todo, dejando al país convertido en un erial.

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