El lenguaje del país de las medias tintas

El lenguaje del país de las medias tintas

Nuestra república es, desde su nacimiento en 1844, el país de las medias tintas,  si no antes, tal como analiza el siquiatra martiniqueño Franz Fanon el lenguaje y las acciones de los colonizados de su propia isla y de algunos países de África donde ejerció su profesión.

El ser alguien medias tintas implica la dialéctica indefinida del ser y el no ser al mismo tiempo, trátese de un sujeto individual o  una colectividad. En esta última, el porcentaje que la define sicológicamente es muy alto (un 85 a un 90 % de la población), si se miden los efectos políticos e ideológicos del clientelismo y el patrimonialismo que mantienen el Poder imperturbablemente intacto cada cuatro años cuando la democracia representativa viste sus mejores galas con las elecciones presidenciales o las de medio término. En las últimas elecciones presidenciales Miguel Vargas obtuvo un 40 % y Leonel Fernández un 53 %, lo que significa un 93 % del total de los votos. Entre los clientelistas y patrimonialistas de los partidos pequeños, los votos alcanzan un 7-9 %. Sería importante medir con encuestas o sondeos si el porciento de abstención obedece a una clara conciencia política o a frustración porque el sistema no les coopta.

El discurso a través del cual se manifiesta el estado sicológico de nuestra gente llega quizá a unas doscientas frases, expresiones, apotegmas, refranes, proverbios, sentencias, dichos, interjecciones, monosílabos, cuando se miden las respuestas que ofrecen a las preguntas significativas: ¿Cómo estás? y ¿Cómo está la cosa?, entendida esta muletilla como la situación, la política.

No voy a empachar a nadie con esos doscientos especímenes lingüísticos, sino que elegiré unos cuantos para ilustrar cómo se convierte una expresión verbal en acción anímica, temperamental, que determina, y ha determinado desde hace siglos, la sicología de las medias tintas de una mayoría abrumadora de nuestra ciudadanía.

Que el nuestro sea un país de medias tintas está fundamentado en la imposibilidad histórica de la sociedad dominicana, desde que surgió este gentilicio, de convertirse en un Estado nacional al estilo europeo o norteamericano, sueño que fue vendido por los discursos liberal y conservador, los cuales prometían un paraíso digno de formar parte del concierto de las naciones civilizadas. Esas quimeras araron en el mar desde 1844 hasta hoy. La fuerza de esa mentira del progreso y la civilización ha calado tan hondo que a nuestra siempre atomizada sociedad no le ha quedado otro remedio que constatar, día a día, el desvanecimiento de esa promesa. Para sobrevivir, se ha echado en brazos de los políticos. Estos han encontrado en el clientelismo y el patrimonialismo la panacea para el adormecimiento eterno de la población, dada la fatalidad de que toda sociedad debe darse algún tipo de organización política, gobernada ineluctablemente por alguien.

Estas son las respuestas a la primera pregunta. Brindar una respuesta que sea medias tintas implica en primer lugar no comprometerse con nada ni con nadie, debe ser ambigua, de modo que deje satisfechos al emisor y al destinatario. Debe contener la suficiente dosis de duda, ya que nuestra sociedad es totalmente inestable. La respuesta debe ser siempre a medias, de modo que el intérprete no sepa a qué atenerse, pues el yo del enunciante es inestable, escindido.

Si usted le pregunta a alguien cómo está, espérese a estos tipos de respuestas: Ahí ahí. Entre Lucas y Juan Mejía. Empujao. Como el pan chiquito (debe decirse sequito, diminutivo de seco). Regular. Regular pal tiempo. Entreverao o entreveraíto. Entre dos. De a chin. De a poco o poquito. Como los Ramos, si comemos no cenamos (algunos creen que es los ramos). Entre Boca Chica y la Caleta (es decir, entre dos aguas, metido en problemas). Amolando y siempre boto. Como el otro quiera. Ni cepa ni cepillo. Alebrecao, alebrecaíto o aliviaito. Ni bien ni mal. Como el cangrejo. Ni palante ni patrás. Feo(a) para la foto. Hecho tiras y recomendado para trapo. Más chivo que una guinea tuerta. Más juío (huido) que un gallo manilo. Más feo que un doble seis achangao. Vuelto una etcétera. Como un andullo.

Existen centenas de respuestas cuando usted le pregunta a un sujeto dominicano  cómo está la cosa. Como es una muletilla (vocablo polisémico), el interpelado puede aferrarse, subjetivamente, al significado menos comprometedor, medias tintas como es. Puede interpretar la pregunta como un saludo, pero el malévolo preguntón lo que desea es saber la opinión política y corregirá, metalingüísticamente, su frase. –No ombe, me refiero a la situación. Medias tintas como es, no va al grano, no dice, no hombre, me refiero a la política, pues con esta aclaración directa puede no hallar la respuesta que busca.

Estas son algunas de las respuestas medias tintas, heredadas de la sicología campesina y de la sicología urbana que vino de España, sobre todo a partir de la picaresca, cuyo paradigma se encuentra en “El lazarillo de Tormes”, de Alfonso de Valdés, y luego en “La vida del buscón llamado Pablos”, de Francisco de Quevedo. Después  vinieron los demás pícaros, diablos cojuelos, trotaconventos, etc. Ambiguas como son, algunas respuestas al saludo pasan también a la política.

Cómo está la cosa? ¡Bueeeno! ¡Uuuh!, ¡Ay ay ay! Color de hormiga. Yo no sé, ni quiero saber (merengue cantado por Joseíto Mateo). Ni bien ni mal. Está que arde. Como la arepa.  Entre claro y oscuro. Pa’trás como el cangrejo. Atajando pa que otro enlace. Peor de ahí, se daña. Guindando. Guindando como el salchichón. Más feo que un doble seis achangao. A empujones. Buena, pero no se vende. El horno no está para galleticas. El último que salga  que apague las luces del aeropuerto. De buena pa mala.

Dejo en manos de la gente lectora el completar este diccionario de respuestas a las dos preguntas claves que definen la sicología y la posición política del sujeto dominicano: el ser y no ser al mismo tiempo, aparentar, fingir, estar siempre alerta para que no le timen, pero cada cuatro años le timan. Es la vieja herencia de la coplilla atribuida al padre Vásquez al comentar la situación de la colonia de la parte este de la isla luego de saberse la noticia del Tratado de Basilea.

Oscilación de nuestro péndulo político, histórico y cultural: Un Estado nacional que no ha cuajado, una burguesía inexistente (tenemos solamente sujetos ricos, muy ricos, millonarios y multimillonarios con ideología pequeñoburguesa), una pequeña burguesía voraz, trepadora, chaquetera, dispuesta a transigir con lo que sea, incluso con el anexionismo, el proteccionismo y hasta con los invasores del pasado y del presente. Y como telón de fondo: una inmensa cantidad de gente pobre, pobrísima, que vive en el límite extremo de la pobreza, analfabeta, a la cual los políticos le tiran papeletas, pollos, cerdos, ron, espaguetis y le compran la cédula una semana antes de las elecciones y se la devuelven al día siguiente. Lo único que une a estas categorías sociales es la ausencia de conciencia política, nacional y  de clase. Resultado final: un Estado santanista, clientelista y patrimonialista.

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