En el tercer aniversario del terremoto que sacudió a Haití, casi a las cinco de la tarde de este día de enero, los haitianos, todavía sufren las consecuencias de arrastrar a unos 360 mil refugiados que viven en improvisadas carpas, o en los patios de algunas residencias lujosas, a la espera de alguna compensación para desalojar lo que ocupan desde aquel fatídico día.
Durante esos tres años, la solidaridad dominicana e internacional se ha puesto de manifiesto para ayudar a un país que todavía no ha podido reconstruir su Palacio Nacional, y Puerto Príncipe todavía tiene calles llenas de escombros y sus parques preñados de carpas improvisadas con precarios sistemas sanitarios con el cólera que todavía campea como una epidemia enraizada en el ambiente de la isla.
La ayuda internacional ya supera los $7 mil millones de dólares, y se ha volcado principalmente para reconstruir carreteras, cientos de viviendas, hospitales, escuelas y sistemas de agua potable y sanitaria, pero el esfuerzo tan notable pierde sus buenas intenciones por el elevado costo que cobran esos organismos internacionales para financiar sus servicios, que no resultan tan generosos como se quisiera creer o aparentar debido a los altos costos administrativos que se aplican para llevarse en muchos casos más del 50% de la ayuda publicitada.
El mejor barómetro para conocer de como Haití se ha ido recuperando sería si uno viera que en las calles de nuestras poblaciones, desde Bávaro hasta Dajabón, anduvieran menos haitianos. Y eso no es así, ya que la presencia de esos extranjeros es cada día más notable, en especial en Santo Domingo. Aparte de su utilidad en las construcciones, ya vemos de cómo los médicos deben aprender creole para atender los cientos de parturientas que invaden los hospitales dominicanos para dar a luz en condiciones humanas, sin los temores que ven y viven en su país.
El gobierno haitiano, que cuenta con las simpatías continentales, cosa de que no goza el gobierno dominicano que es identificado como un ente opresor y violador de los derechos humanos y de opresión para explotarlos, está respaldado por entidades internacionales que han estado dedicando todos sus esfuerzos y capacidades para frenar el estado fallido en que se ha convertido Haití, sostenido por la ayuda financiera internacional y las fuerzas de seguridad de las Naciones Unidas, que bien o mal es un ente para frenar la violencia latente en la vida del pueblo haitiano.
El pueblo dominicano y su gobierno han sido más que generosos en estos momentos de la vida haitiana, y desde aquella fatídica tarde de enero del 2010 ha estado en permanente asistencia a los vecinos, que ya recibieron las edificaciones de una flamante universidad construida con recursos nacionales cerca de Cabo Haitiano y ahora se consolida con el intercambio comercial fronterizo dinamizado en Dajabón por las nuevas instalaciones, pero en Jimaní se sigue sufriendo de las precariedades de una zona inundada por la elevación del nivel de las aguas del lago Azuei, que ha obligado a urgentes reubicaciones de vías y edificaciones.
Este es un aniversario importante para definir el comportamiento de tantos países y organismos internacionales, que en su momento, ofrecieron todo tipo de ayuda y al final la misma se fue reduciendo, y a cuenta gotas, permaneciendo eso focos de hacinamientos, impidiendo que Puerto Príncipe recupere su normalidad quedando tantos escombros como muestra de una apatía nacional, que no encuentra todavía la mecha que los sacuda de su indolencia y se levanten para ser los dueños de sus destinos.