El libro de Naya Despradel: los Awad-Báez

El libro de Naya Despradel: los Awad-Báez

Naya Despradel se dio como meta descubrir la verdad en torno a las muertes de los  miembros de la joven pareja formada por el teniente Jean Awad Canaán y Pilar (Pachi) Báez Perelló, esta última hija de uno de los hombres de más confianza de Trujillo: Miguel Ángel Báez Díaz y de su esposa Aída Perelló de Báez. Todo esto y más lo trata en su libro “Pilar y Jean. Investigación de dos muertes en la Era de Trujillo (SD: Letragráfica, s/f, pero presumiblemente de 2012).

Durante cincuenta años se tejió la leyenda de que Pachi Báez de Awad, del entorno íntimo de Angelita Trujillo, había sido mandada a la muerte durante la labor de parto en la clínica Abreu en enero de 1960, ya que según el rumor la hija mimada del Jefe estaba enamorada del teniente de la Aviación Militar Dominicana. Como se vivía en una dictadura que controlaba absolutamente la prensa, el pensamiento y los estómagos de la gente, todo hecho raro de muerte o desaparición de alguien el rumor, como mecanismo de defensa, tendía a culpar a la dictadura de cualquier desaguisado que pudiera tener color político.

Lo mismo ocurrió con la muerte del segundo teniente Jean Awad Canaán, quien según todos los indicios y los testimonios orales de Lorenzo Sención Silverio, compañero de armas y amigo de la víctima, y del pelotero Manuel Valenzuela, se trató de un accidente casual, ya que el conductor, dada la oscuridad de la noche, se estrelló contra un camión estacionado a la derecha de una curva, mientras el chofer de este vehículo se tomaba un café en una vivienda contigua a la carretera.

Desde el momento que salió publicada en la prensa la noticia del accidente, ocurrido el 30 de noviembre de 1960, quienes éramos desafectos al régimen concluimos que se trataba de otro asesinato como el de las hermanas Mirabal o el de Marrero Aristy. Los lectores comprenderán que este era el único mecanismo de defensa frente a la dictadura, ya que era un peligro ponerse a preguntar y menos a indagar cómo había muerto Fulano de Tal. Y en el mundo oficial de la dictadura, ¿quién iba a especular sobre esa muerte si los padrinos de la boda de Jean Awad y Pilar habían sido los mismísimos esposos Trujillo Molina-Martínez Alba?

Ese es el hallazgo de la investigación emprendida por Naya Despradel: demostrar que tanto la muerte de Pilar Báez en la sala de parto como la de su esposo Jean Awad fueron accidentes fortuitos y reivindicar la ética de los médicos actuantes: Alfonso Simpson y Jordi Brossa y el anestesista. Y hasta ahí está bien la investigación.

Pero en historia, como en cualquier disciplina, no hay verdad absoluta, sino relativa, de época y cultural. Es más higiénico asumir metodológicamente que en ninguna disciplina hay verdad, sino puntos de vista. Así se corre menos riesgo de equivocarse. Desde que el hombre tuvo uso de razón se creyó como verdad absoluta que el sol giraba en torno a la tierra y los demás planetas del sistema. Copérnico demostró lo que sabemos hoy. Y Colón, con la práctica demostró que la tierra era redonda y no plana. Antes de 1492 a usted le podían quemar en la hoguera si sostenía que la tierra era redonda, y peor aún, si sostenía que la tierra se movía, como lo demostró Galileo, o que la sangre circulaba en el cuerpo, como lo demostró Servet.

Yo me rijo, en este y otros menesteres científicos y humanísticos, por la divisa del pensador alemán Bernard Groethuysen en su libro “Mitos y retratos”: “Que toda respuesta encuentre la pregunta que la destruya”.

Hasta el momento en que escribo, digo que el punto de vista o verdad de Naya Despradel es relativo. Porque en la era de Trujillo todo era secreto, ultrasecreto, la razón de Estado y la razón política lo pautaban todo: la vida pública y la vida privada. Hoy todo lo que sucedió de denigrante en la era de Trujillo está sepultado en el silencio. Incluso se ve mal que quienes fueron antitrujillistas expongan sus ideas en público, en la prensa o en libros.

Para concluir, no todo está dicho sobre lo político en el caso de Jean Awad Canaán. El testimonio de Antonio García Vásquez, revista Ecos 7 (1999:57-97) sobre la conjura del 30 de mayo para eliminar a Trujillo es clave con respecto a las figuras de Miguel Ángel Báez Díaz y Jean Awad. Y este testimonio no lo veo como manipulación, pues fue escrito en 1963, en Madrid, alejado de las pasiones de Santo Domingo. E   incluso García Vásquez admite como accidental la muerte de Awad, y la de Pilar la califica como “muerta a consecuencias del parto.” (Ibíd.).

Pero en la página 67 describe el involucramiento de Miguel Ángel Báez Díaz: “En los meses finales del año 1960 conocía sólo como participantes en el complot, además de a Antonio de la Maza, sus hermanos Mario, Ernesto y Bolívar de la Maza, [a] Juan Tomás Díaz, a Miguel Ángel Báez Díaz y a Pedro Livio Cedeño. Sí notaba que Modesto Díaz, hermano de Juan Tomás, de algo estaba enterado.”

Del involucramiento de Jean Awad Canaán en la conjura informa: “Un día De la Maza me llamó y me dijo: ‘Hay que punchar al viejo; Juan Tomás. He estado hablando con Jean Awad Canaán   –oficial de la Aviación Militar Dominicana, quien había vivido en Restauración–  ’ y por ese lado sí creo que cuajará este negocio.” García Vásquez, miembro activo de la conjura por su lazo familiar con De la Maza sigue explicando la actitud y las acciones del yerno de Báez Díaz, metido hasta el tuétano en la conspiración, la cual fue un asunto de vergüenza y dignidad familiar: “Durante el desempeño de sus funciones como oficial destinado en Restauración Awad Canaán, quizás en provecho de las especiales condiciones de la frontera, aislado de toda relación social, pasaba largas horas en casa de De la Maza y, allí, vinieron las confidencias. Luego de la muerte de la señora [Awad] Canaán, o sea de Pilar Báez [Perelló] Díaz (sic) aquel quedó prestando servicios en la Fuerza Aérea Dominicana (FAD), a la que había sido trasladado. Fue cuando llevó una ametralladora a la casa de Báez Díaz y entregó una pistola calibre 45 a Antonio de la Maza.” (pp. 67-80).

Y finaliza su relato sobre Awad de esta manera: “La muerte accidental de Awad Canaán echó por tierra un plan en el que se debía usar mi vehículo Opel Caravan, por la comodidad que para los propósitos y uso de las armas significaba el hecho de poderse abrir su compuerta posterior, dejando un ángulo de tiro perfecto. Temerosos de que se tratara de un develamiento(sic), quedamos quietos por algunos días. Por cierto, que se presentó una difícil situación para la devolución de la ametralladora, que al fin fue superada.” (p. 68).

De los detalles de la conspiración y de los nombres de los participantes tuvo Trujillo conocimiento directo a través del informe que le suministró Johnny Abbes. Pero Trujillo, como decía Marco Aurelio, no podía matar a sus matadores y desestimó el informe de Abbes porque nunca creyó que la familia Díaz fuera capaz de traición, pero de quien sí se cuidó fue de Antonio de la Maza, tal como dice García Vásquez, que hubo que hacer maravillas con Pilo Santelises para que De la Maza volviera a sus aserraderos, pues Trujillo inquirió qué hacía tanto tiempo en la Capital y no estaba en Restauración. De la Maza duró una semana para aparentar que no estaba en nada, sino que estaba en la ciudad capital en tratamiento médico de los riñones y del corazón. Una semana después Trujillo era cadáver. Ningún príncipe puede asesinar a su sucesor. Tenía razon Marco Aurelio en no preocuparse por ese asunto. 

Es difícil creer que el padrino de bodas de Jean Awad no supiera en qué pasos andaba su ahijado. ¿Y Johnny Abbes, lo sabía? ¿Y Pechito y Angelita lo sabían? Quizá Pechito, pero Angelita, lo dudo. Esas cosas no se les trataban a las mujeres en la Era de Trujillo. Además era una barbie de 21 años en 1960.

Ahora se les abre un nuevo capítulo a los historiadores dominicanos.

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